La comunidad libanesa en Yucatán conmemoró el Día Mundial del Emigrante Libanés, una fecha para recordar la contribución de los migrantes libaneses al desarrollo del estado.
Como parte de la celebración, el compositor Mario Casillas Balam presentó una canción en honor a estos emigrantes, quienes, con esfuerzo y perseverancia, han dejado una huella en la sociedad yucateca.
En entrevista, el cónsul honorario del Líbano en Yucatán, Ricardo Dájer Nahum, destacó que la comunidad libanesa se ha integrado plenamente en la identidad yucateca, sin olvidar sus raíces.
“A lo largo de las décadas, se ha formado una comunidad yucateca de ascendencia libanesa. Hoy en día, son completamente yucatecos, pero recuerdan con cariño los orígenes de sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos”, expresó.
Dájer Nahum recordó que los primeros inmigrantes libaneses llegaron al estado sin recursos y sin hablar español, pero con la determinación de salir adelante. Resaltó que su esfuerzo ha sido clave para la construcción de sus familias y su contribución al crecimiento económico y social de Yucatán y México.
Actualmente, se estima que en Yucatán hay alrededor de 8,000 personas con apellidos de origen libanés, cifra que se obtuvo gracias a un trabajo conjunto con el Registro Civil. Dentro de esta comunidad se encuentran empresarios, profesionistas, ganaderos, comerciantes e industriales que han aportado significativamente al estado.
En el ámbito cultural y gastronómico, la influencia libanesa es notable. Platillos como los kibis y la crema de ajo se han integrado al gusto local. El kibi, originalmente de carne, ha evolucionado y hoy se prepara incluso con pescado, especialmente en temporada de Cuaresma. Por su parte, la crema de ajo, tradicionalmente acompañada de pan árabe, ha adoptado variantes locales, como servirse con “postas” de pan francés.
Como parte de la celebración, se inauguró la exposición “Alma Libanesa”, donde se presentaron semblanzas de destacados migrantes libaneses en Yucatán. Posteriormente, se realizó una ceremonia con la colocación de una ofrenda floral a los pies del monumento al Emigrante Libanés.
Uno de los casos expuestos fue el de Antonio Dájer Fadel, quien emigró del Líbano rumbo a América en 1907. Tras una estancia en Brasil, llegó a México en 1909 y se estableció en Yucatán a través del puerto de Progreso.
Inicialmente, Dájer Fadel se dedicó al comercio en Mérida, pero luego expandió sus actividades al interior del estado, asentándose en Ticul. En 1928 viajó de regreso al Líbano, donde contrajo matrimonio con Muntha Fadel Budaine. Dos años después, ambos regresaron a Yucatán y se establecieron nuevamente en Ticul, donde en 1931 él se naturalizó mexicano.
Tras años dedicados al comercio, decidió regresar al Líbano con su familia, vendiendo su propiedad y negocio en Ticul. Sin embargo, debido a una devaluación que duplicó el valor de sus ahorros en oro, optó por permanecer en Mérida y continuar en el comercio textil. Estableció una tienda en el centro de la ciudad, convirtiéndose en un importante distribuidor de telas.
Además de su éxito en el comercio, Dájer Fadel incursionó en la agricultura y ganadería en el oriente del estado, donde adquirió terrenos y fomentó la creación de más de una decena de ranchos. También fue benefactor de numerosas instituciones religiosas y laicas, así como de diversas personas.
La comunidad libanesa en Yucatán ha dejado una profunda huella en la sociedad, no solo en lo económico, sino también en la cultura, la gastronomía y la vida cotidiana del estado. Su integración ha sido un ejemplo de esfuerzo, trabajo y arraigo, fortaleciendo el vínculo entre ambas naciones y enriqueciendo la identidad yucateca.
Texto y foto: Darwin Ail