Recuerdan que Dios nos juzgará por nuestra conciencia, por casos de eutanasia y aborto

El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declara que las leyes humanas deben servir para obrar el bien, no para justificar lo que hacemos

El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que hay personas que se han negado a ir a la guerra porque su con- ciencia les dicta que no deben hacerlo. Hoy por hoy, muchos médicos presentan su objeción de conciencia cuando se les pide realizar un aborto o colaborar con la eutanasia.

“No son pocos los que, a lo largo de la historia, han enfrenta- do la cárcel y hasta la muerte por defender el dictado de su conciencia”, expresó.

Al oficiar la misa en la Catedral, explicó que las leyes humanas nos sirvan para obrar el bien, no para justificar lo que hacemos, pues finalmente Dios nos juzgará de acuerdo a los dictados de nuestra conciencia y de nuestro esfuerzo por formarla bien.

Señaló que el Evangelio, según San Mateo nos presenta el momento crítico que vivió San José cuando se dio cuenta de que su esposa María, con la que toda- vía no vivía, se encontraba embarazada. Sabemos que la ley de Moisés mandaba apedrear hasta la muerte a las mujeres adúlteras y José lo sabía muy bien. Esa ley de Moisés fue un instrumento para ayudar a los israelitas a cumplir la voluntad de Dios.

Indicó que el Evangelio que José era un hombre justo, sin embargo, no denunció a María para que fuera apedreada. Eso nos enseña que la justicia no es sinónimo de la ley, y que muchas le- yes humanas pueden ser injustas y de hecho lo son. Pero José no violentó la ley; nunca pensó en hacerlo, sino que más bien quiso ir más allá de la ley mediante el criterio del amor.

Las leyes humanas, agregó, nos pueden ayudar a tomar una decisión sobre nuestro actuar, pero eso no nos quita la responsabilidad de ser críticos ante la ley, preguntándole a nuestra conciencia qué es lo que Dios espera de nosotros en cada momento.

Expresó que, en el caso de San José, vemos que su actitud revelaba su justicia, es decir, su santidad; y que esa actitud lo disponía a aceptar y creer en el anuncio del ángel, aunque haya sido dentro de un sueño. Poniendo todo en la balanza, pudo reconocer su vocación y misión en aquellas palabras que oyó en sus sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 20).

Así son las cosas de la fe, no se imponen como una verdad absoluta sobre nuestra inteligencia, sino que son algo que nos pide humildad para poder aceptar e ir más allá de nuestra capacidad de entendimiento.

“Muchas veces Dios no contradice nuestro entendimiento, pero su Verdad está más allá de nuestro alcance, y sólo con su gracia la podemos alcanzar”, añadió.

Apuntó que el pasaje de la profecía de Isaías lo escuchamos en la primera lectura de ayer, como una señal que el profeta le da al rey Ajaz, quien no quiere tomar en cuenta la palabra de Dios. Aunque no seamos ni debamos ser una nación confesional, y aunque el estado deba ser laico, si quienes

nos gobiernan hicieran un esfuerzo por consultar en su conciencia la voz de Dios en sus decisiones, los pueblos serían gobernados de una manera justa e irreprochable en todo México.

“No necesitamos un gobierno confesional, pero tampoco uno que quiera acabar con nuestra cultura religiosa, con todos sus signos, que manifiestan la libertad de expresar nuestra fe en lo privado y en lo público. Necesitamos hombres y mujeres de Dios en cada cargo de gobierno, respetando las distintas religiones y creencias del pueblo”, resaltó.