Reflexión sobre la carta a los Colosenses (Primera Parte)

Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana

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Jesús es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación por el cual fueron creadas todas las cosas existentes, tanto las del cielo como las de la tierra, visibles e invisibles, tales como tronos, dominios, principados, potestades, siendo absolutamente todo creado por medio de él y para él. 

Jesús es antes de todas las cosas, siendo el verbo encarnado, y en él todas las cosas subsisten y cobran sentido. Jesús es la cabeza del cuerpo que es la iglesia de Cristo, en la que él es el primogénito, tanto de la creación como de la resurrección, habiendo vencido a la muerte por amor a nosotros. Jesús tiene la preeminencia sobre todo y todos. En Jesús habita toda la plenitud y, a través de él, todas las cosas se reconcilian con el Padre, tanto las terrenales como las celestiales, haciendo la paz por medio de la sangre vertida en la cruz. 

En otro tiempo, nosotros fuimos extraños al evangelio y enemigos en nuestra mente, pero ahora, nos hemos reconciliado con Dios gracias a Cristo Jesús, quien, a través de su estancia terrenal en cuerpo de carne, rompió el velo, ingresándonos a un nuevo pacto de gracia, por medio del que podemos presentarnos santos y sin mancha e irreprensible delante de Dios.

El ministerio de Pablo a los gentiles fue producto de un llamado muy fuerte de parte de Dios y con muchos retos por vencer. 

Pablo mismo expresó en Colosenses 1:24 “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”. Es decir, Pablo fue hecho ministro, de acuerdo con la administración de Dios para que anuncie de forma cumplida su palabra, a tiempo y destiempo, implicando ello múltiples padecimientos y aflicciones. 

En este mundo tendremos aflicción, pero no debemos preocuparnos, pues Jesús ya venció al mundo, más bien, ocupémonos en cumplir la gran comisión con amor, pero también con temor y temblor, entendido como respeto reverente, el cual nos conduce a caminar agradándole, y de no hacerlo, a cambiar por amor. 

Dios, en su inmensa sabiduría, nos dice de manera textual que todo lo que ocurre en nuestras vidas siempre obrará para el bien de quienes le amamos, y solo es cuestión de tiempo el que todo se acomode para ver que esto es verdadero… Sigue avanzando, ya entenderás. Todo fue por y para tu bien, todo es todo…