Reflexión sobre la carta a los Colosenses (segunda parte)

Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana

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Nuestros corazones sólo obtendrán verdadera consolación en Cristo Jesús, y debemos como cristianos, caminar unidos en amor, hasta que alcancemos las riquezas de pleno entendimiento que nos conduzcan a un cada vez mayor conocimiento del misterio de Dios el Padre, y Jesucristo, con la guía del Espíritu Santo, en quien están contenidos y escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, no terrenal, sino divino. No debemos dejar que nadie nos engañe con palabras persuasivas de humana sabiduría, imperfecta y tendiente por naturaleza al error, sino caminemos gozándonos y mirando nuestro buen orden y firmeza de nuestra fe la verdad encarnada, Jesús, el alfa y el omega, principio y fin.

Nosotros,estábamos muertos en nuestros pecados, en la incircuncisión de nuestra carne, pero Jesús nos dio vida, perdonándonos y anulando el acta de los decretos que existía en contra nuestra por todo lo malo realizado, y lo que habitaba en lo profundo de nuestra mente y corazón, quitando dicha acta de en medio y clavándola en la cruz. Despojó de esta forma a los principados, potestades, exhibiéndolas públicamente y triunfó sobre ellas en la cruz. Por lo tanto, nadie tiene el derecho real de juzgarnos ni en comida ni en bebida, o en cuanto a días de fiesta, de reposo o de luna nueva, ya que todo ello representa una sombra de lo que ha de venir, pero el cuerpo, nosotros, somos de Cristo, siendo libres en Él. Sin embargo, por testimonio, debemos comportamos a la altura de Jesús, como dignos representantes del reino celestial.

Para concluir, es importante que hagamos lo que es justo y recto a cada momento, aunque sea tarea imposible debido a nuestra humanidad falible, sí es posible si aprendemos a caminar en el espíritu, dependiendo de Dios y no de nuestras propias fuerzas, orando por sabiduría divina para la toma de decisiones cotidianas. No debemos mentirnos los unos a los otros, ni justificar el falaz argumento de mentiras piadosas, debiendo también de deshacernos de la ira, enojo, malicia, blasfemia, y cualquier tipo de palabras deshonestas que pudieran salir de nuestra boca. Daremos cuentas a Dios por cada palabra dicha, las cuales se van escribiendo y serán leídas, ¿no es más sabio callar y orar, para tras ello, expresarse así, con valentía, quizá confrontando lo que está mal, pero en amor?