Reflexión sobre la carta a los Filipenses (Primera Parte)

Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana

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Es fundamental para todo cristiano, el dar gracias a Dios y rogar con gozo por aquellas personas que Dios ponga en nuestro corazón, siendo fieles intercesores, como el apóstol Pablo denota que lo era. 

El que inició la buena obra en nosotros, nuestro Padre celestial, la culminará, pues él es bueno y fiel, y nos irá perfeccionando con su amor y poder, hasta el día de Jesucristo. 

Aunque atravesemos por tribulaciones, pruebas, prisiones, de las más diversas índoles, Dios siempre está con nosotros, acompañándonos en cada proceso, y tomándonos de su mano, saldremos victoriosos. De hecho, en Cristo Jesús, ya lo somos. Debemos avanzar firmes en la fe, y realizando una defensa plena del evangelio o apologética a cada paso. 

Todos los que tenemos fe en Cristo Jesús, somos participantes de la gracia que de ello surge. Y era la oración del apóstol Pablo para con los filipenses, pero también puede aplicar a nosotros en la actualidad, el que crezcamos en amor, ciencia y conocimiento, para que seamos capaces de aprobar lo mejor, con la finalidad de ser sinceros e irreprensibles, para el día de Jesucristo, el cual ya está más cerca, cada vez más, y manifestemos su justicia, para la gloria y alabanza del único que la merece: Dios. 

Para nosotros, el vivir debe ser Cristo y el morir, ganancia. Ya que, si morimos a nuestro ego, planes, deseos, vivirá el espíritu, ese que nos conduce inexorablemente hacia Jesús, en su plenitud, el cual debe verse en nosotros, y ya no más quiénes éramos. 

No debemos en este sentido, vivir en la carne, anunciando a Cristo como lo estilan algunos, por contención, sin sinceridad, pensando añadir aflicción a las prisiones que Pablo señalaba a los Filipenses en esta carta, sino que debemos anunciar a Cristo con gozo y en verdad. 

Vivir en la carne resulta en muerte, aunque esporádicamente parezca que redunde en nuestro propio beneficio.