Sabiduría

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Al adentrarme con más atención (y más entusiasmo) en el nuevo universo de mis lecturas científicas (Física, Química, Biología Molecular, Neurofisiología, Neuroanatomía, Genética, Ingeniería Genética, Neurociencia…), me voy dando cuenta, así como con la Literatura y la Filosofía; que existe un vasto universo dentro de nosotros mismos (células, bacterias, proteínas, neuronas, nucleótidos…), quizá igual o superior al Universo Cósmico donde habitamos. 

Quizá por ello que los físicos cosmólogos defiendan la idea de que somos hijos de las estrellas, hechos de polvo cósmico; Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno (Chon). El mismo polvo que sin duda Dios utilizó para hacer su primera criatura.

Interesarme por la ciencia (con intenciones de doctorarme en Neurociencia) me ha llevado a entender más la vida desde lo más intrincado de sus células y átomos. Sin ser químico ni biólogo molecular (ni pretenderlo) voy entendiendo el complejo mundo que sólo puede mirarse a través de un microscopio y de largas investigaciones que luego nos explicarán cómo funciona la vida, de qué está hecho nuestro organismo y cómo es que crece (envejece), se enferma o se desarrolla. Cómo es que un Gen o una secuencia genética puede llegar a desarrollar una mutación o verse alterada en la lectura de su genoma por la aparición de códigos (o letras) que determinarán el bienestar, patología o salud de su estructura.

Adentrarse en esta parte de la ciencia es entrar al mundo de las proteínas o aminoácidos, las enzimas y los cromosomas, las moléculas y los nucleótidos que componen la doble hélice de nuestro ADN. 3200 millones de letras -dice Jennifer Doudna, Premio Nobel de Química, 2020-.

Sólo cuatro letras AT-GC (Adenina, Timina, Guanina y Citocina); así, en este orden y formando “peldaños” en una especie de “escalera de caracol” a la que Francis Crick Y James Watson (Premio Nobel de Medicina, 1962) llamaron la “doble hélice”. Y es con estas cuatro letras que precisamente se encuentran en el núcleo de muchas de nuestras células que se estiman alrededor de 37, 2 billones, que puede leerse el libro de nuestra vida.

A este “libro” le solemos llamar también Código Genético o Genoma Humano, lugar donde puede verse quiénes somos o cómo somos, atendiendo a la herencia de nuestros padres (50/50); dos copias genéticas que en lo sucesivo y a partir de nuestra concepción (desde el embrión y antes de nuestro mismo nacimiento) determinarán nuestra vida; tipo de pelo, color de piel o de ojos, estatura, complexión, detalles en el parecido o semejanza, temperamento, además de todas las posibles enfermedades o anomalías transferidas y traducidas en la herencia de sus copias que tarde o temprano aparecerán o se desarrollarán en alguna parte de nuestra existencia, como el cáncer, la diabetes o la esquizofrenia.

Adentrarse en esta parte de la ciencia es entrar al mundo bioquímico de las proteínas, los aminoácidos y las enzimas, al mundo de las moléculas de nuestro ADN. Entender como lo entendieron los biólogos, los físicos, los químicos y luego los genetistas; cómo funciona y cuál es la relación y la diferencia entre nuestro ADN (ácido desoxirribonucleico) y el ARN (ácido ribonucleico). ¿Qué es CRISPR-cas9? ¿Y cómo surgieron las “tijeras genéticas” por lo que en 2020, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna recibieron el Premio Nobel de Química?.

¿Qué es una “transcripción” de moléculas y cómo el ARN interpreta y “traduce” una proteína para intervenir una amenaza o un mal genético?.

¿Cómo a partir de la investigación y experimentos con moscas, abejas, ratones, gusanos y vegetales; los científicos logran comprender cómo funciona el organismo humano?, ¿por qué no tiene que ser con nosotros mismos?, ¿qué tiene que ver el cerebro o las neuronas de un ratón o un gusano, para luego sacar conclusiones sobre el funcionamiento del cerebro y la mente humana?

A esto llamo yo hoy Sabiduría. 

¡Extraordinario!