SEGUNDA PLANA -PUNTO MEDIO

UNA TAREA cuesta arriba, en la que todos deberíamos apoyar, ha emprendido la agrupación Pro Municipio, que se ha dado cuenta de la importancia que tiene vigilar que los 106 ayuntamientos del estado informen amplia y detalladamente de cómo utilizan el dinero público que reciben. Desde siempre los presidentes municipales suelen buscar el cargo casi solamente para enriquecerse, para aprovecharse del dinero que les entregan y que debe servir para mejorar el nivel del vida de la población que queda bajo su cargo. La importancia de vigilar a los alcaldes no radica sólo en verificar que el dinero se utilice correctamente, sino también en un factor que nos parece más importante: contrarrestar la certeza de los ciudadanos de que los alcaldes entran a robar y que eso es “normal”, porque con esta idea ellos también se sienten autorizados a conducirse ilegalmente, pues “si el presidente roba, porque yo no”. Ése es uno de los mecanismos más perniciosos y letales de la corrupción.

COMO USTED leyó en nuestra edición dominical, para este año el gobierno federal redujo a una cuarta parte respecto al 2016 el presupuesto  que asigna a la estatal Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, lo que viene a demostrar una cosa importante: más allá del discurso, el fomento a la cultura y las artes es para el gobierno central un objetivo desechable, una tarea postergable y no indispensable, lo que es un enfoque totalmente erróneo, pues el cultivo de la cultura y las artes le da a la sociedad miras más altas, enriquecedoras y honorables más allá de la simple sobrevivencia cotidiana. Es cierto que en la vida real elegiríamos, de ser necesario, comer antes que ir al teatro, pero en todo caso el recorte parece más que excesivo. Y un tratamiento similar ha recibido otra tarea que debe ser primordial para la vida moderna, como es el saneamiento y cuidado del medio ambiente, y lo decimos porque también la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente sufrió drástico recorte en su presupuesto este año.

FRESCURA O CINISMO son las palabras que seguramente le vienen a la cabeza a muchas personas cuando leen que Humberto Moreira Valdés, ex gobernador de Coahuila, envuelto en olor a escándalo por la presunta apropiación durante su mandato de miles de millones de pesos del presupuesto estatal, anunció su regreso a la política, pues este sábados 25 de marzo se registró como candidato a diputado local por el Partido Joven, luego de que ni siquiera el PRI, su partido original, se negó a apoyar su regreso, debido a su mala imagen. Pero la conducta política sin recato no es característica única de un partido, pues por otro lado los senadores del PRD siguen enzarzados en una disputa por definir quién debe ser el líder de su grupo en la Cámara Alta, es decir, quién debe manejar los jugosos recursos federales que les entregan. Ya comentaremos en otra ocasión cómo cambia la codicia el rostro de los partidos, ahora caracterizados  más por el afán de lucro que por el espíritu de servicio.

PUES YA NOS fastidiamos si es cierto que “eliminar la corrupción y hacer valer las leyes no será posible si primero la sociedad no cambia”, como acaba de decir el presidente Enrique Peña Nieto. Según el jefe del Ejecutivo, con la puesta en marcha del Sistema Nacional Anticorrupción y del Sistema Nacional de Transparencia “se cerrarán espacios a la opacidad, a la poca transparencia, y se garantizará una auténtica rendición de cuentas”, pero para ello primero tienen que cambiar su conducta todos los ciudadanos, y se entiende que luego lo hará el gobierno. Puede ser, eso daría sentido a la conocida frase de que “la corrupción somos todos”. ¿Usted qué opina?

CON BOMBO Y PLATILLOS se anunció el pasado fin de semana que, “como apoyo en las acciones de recolección de basura en la próxima temporada de Semana Santa”, la poderosa empresa Cuauhtémoc Moctezuma-Heineken México donó al ayuntamiento de Progreso “un total de diez contenedores para depositar basura, los cuales serán instalados en diversos puntos estratégicos de la ciudad”. Se trata en realidad de diez simples tambores de los que usa Pemex para sus productos, repintados y con el logotipo del generoso donante, en un donativo que no parece a la altura de una empresa que acostumbra hacer grandes negocios comerciales con los alcaldes.

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