Tecnología del siglo XXI llega a la arqueología

Equipos de alta resolución que escanean vestigios arqueológicos y paleontológicos en las profundidades del inframundo maya; tomografías eléctricas que revelan lo que hay dentro de pirámides, como la de El Castillo en Chichén Itzá; drones equipados con cámaras que capturan imágenes y videos en alta definición sobre sitios con pinturas rupestres en Sinaloa; tecnologías de secuenciación de ADN para conocer los orígenes de restos botánicos, como el maíz primigenio. Estos ejemplos demuestran que la arqueología en México ya no sólo se hace con pico y pala, sino también con lo mejor de la tecnología del siglo XXI.

A lo largo del país hay diversos proyectos que se apoyan de equipos o métodos innovadores que les ha facilitado el trabajo de campo a los arqueólogos, así como la exploración y preservación de sitios complejos. En entrevista, especialistas recalcan las ventajas de esas nuevas herramientas.

Inframundo maya en 3D 

A lo largo del subsuelo de la Península de Yucatán se extiende un laberinto de cuevas y cenotes que, desde hace un año, comenzó a ser explorado por arqueólogos, biólogos y oceanógrafos con el fin de hacer un registro digital de esas cavidades, así como de los vestigios arqueológicos y paleontológicos que ahí se encuentran. El mayor aliado de este proyecto denominado Gran Acuífero Maya ha sido la tecnología de última generación.

Liderado por el arqueólogo subacuático Guillermo de Anda Alanís, el proyecto utiliza drones equipados con cámaras y tecnología LIDAR para localizar cuevas y cuerpos de agua desde el cielo, así como cámaras fotográficas especiales y un software diseñado para este proyecto que reproduce en 3D los objetos previamente fotografiados bajo las aguas del llamado inframundo maya.

Las ventajas de estos equipos, explica a este diario el arqueólogo y explorador de National Geographic, es que tienen mayor capacidad para visualizar los artefactos sin tocarlos, lo cual ayuda a los especialistas a valorar si un objeto debe removerse del sitio o no. “Nuestra idea general es tratar de dejar todo in situ”, precisa. “La imagen digital nos permite ver cosas que el ojo humano no detecta fácilmente estando bajo el agua, por lo que esta tecnología ha ampliado nuestro campo de visión”, añade el arqueólogo.

Tomografía al Castillo 

Mientras el equipo del Gran Acuífero Maya utiliza equipos innovadores para tener un censo detallado de ese mundo subterráneo, en Chichén Itzá investigadores del Instituto de Geofísica (IGf) y de la Facultad de Ingeniería de la UNAM emprendieron hace dos años un proyecto que sometió a la pirámide de El Castillo a una tomografía con la ayuda de tecnología innovadora, desarrollada por ellos mismos. Gracias a ese estudio, los especialistas descubrieron que la pirámide está construida sobre un cenote y que en su interior hay una segunda pirámide que fue construida en la etapa más temprana de ese asentamiento, entre los años 550 y 800 d.C.

Estos hallazgos se dieron gracias a un método que originalmente diseñaron para identificar alteraciones en el subsuelo de edificios históricos y urbanos. En el caso de Chichén Itzá el trabajo consistió en colocar electrodos planos alrededor del edificio y en cada uno de sus escalones para obtener datos del interior. La información obtenida en campo fue procesada en programas especiales de cómputo, lo cual les permitió ver la nueva pirámide, así como elaborar imágenes tridimensionales de El Castillo. Uno de los grandes aciertos de este método, dice en entrevista el investigador René Chávez Segura del IGf, es que se puede ver lo que hay en el interior de las pirámides o en el subsuelo sin que se tengan que cavar túneles o hacer perforaciones. “Podemos detectar la posición o la profundidad de una estructura o un cuerpo que pueda ser de interés y evitamos hacer túneles por todos lados, como se hizo en 1935 en Chichén Itzá o en la Pirámide del Sol. Los métodos geofísicos indican a los arqueólogos dónde deben explorar, dónde está el punto de interés. En este caso, ya saben dónde está el cenote, ellos ya sabrán cómo o donde van a empezar a explorar”, señala.

Después del éxito en Chichén Itzá, el próximo sitio que analizarán con este método podría ser la Pirámide de la Luna, ya que han sido invitados a explorar sus alrededores con el fin de corroborar la existencia de túneles y su configuración.

Un dron busca petroglifos 

Hace dos años, el arqueólogo Joel Santos y su equipo de trabajo fueron de los primeros en echar a volar un dron para levantar la topografía de un sitio arqueológico desde las alturas. Las imágenes en alta resolución que obtuvieron de ese equipo no tripulado que hicieron volar sobre Las Labradas, sitio arqueológico ubicado sobre una playa al sur de Sinaloa y que posee un importante conjunto de petroglifos, le permitieron conocer la configuración del terreno, tener un registro de esos grabados rupestres elaborados sobre rocas de origen volcánico y aproximarse a ellos de manera detallada. “Antes de eso no teníamos idea de cómo estaba configurada la playa porque nuestras referencias aéreas eran a través de Google Earth, la cual ayudó bastante pero no con la precisión requerida para una investigación; inclusive logramos observar hasta dónde llegó el derrame de lava en el océano, que es algo que no se puede ver desde abajo y, en la parte de la costa, pudimos darnos cuenta de la presencia de otros asentamientos que no hubiéramos podido explorar a pie porque es una zona completamente cerrada con matorrales”, señala el arqueólogo.

 

El Universal

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