Aunque pareciera poco probable, en días recientes el presidente americano Donald Trump ha sido nominado por algunos legisladores noruegos como candidato para el prestigiado Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en la pacificación, desarme y reconciliación de las dos Coreas. A este gesto han seguido en el mismo sentido las recomendaciones de varios republicanos, así como el propio Moon Jae In, presidente de Corea del Sur.
Llama la atención que esto ocurra en el momento en el cual crece la división al interior de EEUU. Sus detractores no han cejado en tratar de impugnarlo por distintas vías para lograr su deposición, mientras en su círculo de seguidores se acusa aquello que señalaban sobre Kim Jong Un, un creciente y fervoroso culto a la personalidad que niega sus defectos, magnifica sus aciertos y rechaza sus errores.
Ante las elecciones intermedias en noviembre de este 2018, el electorado se compone de su base de adoradores, los oportunistas que se suman con tal de recibir algo en el río revuelto, aunque no lo apoyen, y aquellos que viven con miedo de expresar su disenso por temor a las represalias.
En el contexto internacional, Trump reparte sonrisas y buenos deseos. En octubre llamaba a Trudeau, primer ministro de Canadá, su “amigo” y dejó entrever en ese momento que podrían tener su propio acuerdo comercial sin México. En abril de este año, a Macron, presidente francés, le apretó la mano tan conmovedoramente que terminó con un beso.
Meses después reconoció que le mintió a Trudeau acerca de cifras comerciales y lo llamó “falso”, “débil”, “manso y dócil” durante la cumbre del G7, en la cual también se vivió un momento de tensión inusual entre él y Macron. Un apretón de manos que se extendió y que dejó el pulgar del francés perfectamente marcado sobre la piel del americano. En esa cumbre pidió que se incluyera de nuevo en el grupo a Rusia, y al no haber eco en su insistencia, abandonó el lugar sin firmar la tradicional declaración conjunta.
Más recientemente, Trump ha tomado como acicate a su reforma migratoria la sistemática separación de familias de indocumentados como medio de chantaje y presión a los demócratas con tal de cumplir con sus metas personales. Su administración, a través de Jeff Sessions, ha justificado su proceder no en los tratados de derechos humanos que han ignorado, ni en su propia constitución a la que pisotean, sino en la más hipócrita interpretación de un fragmento de la Biblia.
Mientras deportan a los padres, los infantes son retenidos en instalaciones semejantes a campos de concentración donde son mantenidos en jaulas de malla de acero sin reparar en el daño emocional irreversible para las familias. Estos hechos traen a la mente de manera indefectible la idea de una limpieza étnica.
Por Carlos Hornelas.
Profesor, periodista y analista. No hay tema que no sepa diseccionar con precisión de cirujano. Experto en política y medios de comunicación.




