Érase una vez un niño. Se llamaba David. Como el Rey David. Como David Silveti. Crecía como un niño curioso, ávido de aprendizaje, sereno, amigo de sus tiempos. Una tarde acudiò a Las Ventas. Y allí sintiò como su corazòn galopaba con latidos muy fuertes. En el ruedo una corrida de Adolfo Martín. Sobre la arena ensangrentada unos héroes jugándose la vida incluso heridos. El poder y la verdad del toreo. Al niño le fascinò aquello…
La vida siguiò… como sigue siempre…
Era ya el pequeño algo mayor cuando le invitaron a una fiesta campera. Sus impresiones se hicieron más vivas. Aquello era la vida, era el impulso. Decide entonces aprender a torear para sentir aquello en piel y alma, y se apunta a la Escuela de Moralzarzal. No tarda el chico en presentarse en público, mata su primer becerro, gana el Frascuelo de Plata de becerradas, siente, sueña, respira el toreo, transmite.
Hoy es matador de toros aquel niño…
Como torero admira a todos los toreros, cada uno aporta un matiz. Sus referencias mayores son Manolete, Antonio Bienvenida, Antoñete, Curro Vázquez, César Rincòn, Joselito… y de las figuras de hoy todas le dicen algo. Considera que torear es la forma más natural, clara y pura de hablar con el alma. Y así lo expresa, hoy David es un joven culto que explica muy bien lo que piensa y lo que siente.
Se llama David Martín Escudero.
Es tranquilo. Sencillo. Puro. En mis conversaciones con él me parece un joven de corazòn honesto. Le apasionan los deportes, principalmente los de riesgo, le encanta esquiar. Lee mucho, lee muchas biografías, ve muchas películas, adora ver paisajes, coge el coche para conducir y llegar a algún lugar y admirar el paisaje. Ama la naturaleza, a los animales. Según él afirma es más de atardeceres que de amaneceres, y prefiere escuchar a hablar.
Un torero de ley: Martín Escudero
Dedicado al niño que fue David Martín Escudero
Dedicado a David Martín Escudero, gracias, y a su equipo
Dedicado al niño Luis