Una diplomacia muy metiche

Carlos Hornelas
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Después del silencio de dos días respecto al conflicto entre Israel y Hamás, la Cancillería, a través de X, otrora Twitter, ha comunicado a los connacionales varados en la zona del conflicto, que se hará todo lo que esté en sus manos para repatriarlos lo antes posible.

El lunes pasado el presidente, en su conferencia matutina se pronunció “neutral” ante el conflicto en el medio oriente.

Insistió “nosotros no queremos la violencia, nosotros somos pacifistas, no queremos que pierda la vida en ningún ser humano de ninguna nacionalidad, sean de Israel sean palestinos, queremos que se garantice el principal de los derechos humanos que es el derecho a la vida”. Lo cual provocó el reproche de la embajada de Israel, quien esperaba una postura más “enérgica y decidida”.

El artículo 89 de la Constitución mexicana, en su fracción X establece que el titular del Poder Ejecutivo es el encargado de la conducción de la política exterior del Estado, la cual debe observar los siguientes principios normativos: “La autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y seguridad internacionales”.

No obstante, también es cierto que Andrés Manuel López Obrador ha sido “neutral” o “respetuoso” solamente cuando de modo personal le ha parecido conveniente, olvidando así su papel de representante emblemático del Estado mexicano, de sus intereses y su estrategia geopolítica.

Así ha sido desde antes del inicio de su sexenio en el cual apoyó directamente al entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, el republicano Donald Trump, en sus aspiraciones. No obstante, al llegar al poder el mismo Trump se encargó de pegarle cual piñata al Estado mexicano cada vez que pudo con su política de querer construir un muro, cobrar aranceles, o hacer de hecho a México un tercer país, tanto de antesala como el encargado de la contención de los migrantes que buscan el sueño americano.

Con el respeto mutuo inexistente en su relación con Trump se construyó una inexplicable condición de sumisión en la cual hasta se tornara motivo de orgullo y de burla para el mandatario americano, cuando, por ejemplo, presumió que al exigir al otrora canciller Marcelo Ebrard que recrudeciera la contención de migrantes centroamericanos en la frontera sur mexicana, éste simplemente “se dobló” y desde entonces la Guardia Nacional ha cumplido puntualmente esa directiva marcada desde Washington.

La importancia concedida a las relaciones internacionales y a la diplomacia se ha reflejado en las contadas ocasiones en las cuales ha salido del país para reunirse con sus homólogos o para establecer relaciones estratégicas que puedan devenir en el cuidado y beneficio de sus connacionales.

En el desfile del aniversario de la Revolución Mexicana se tuvo la puntada de invitar a marchar a un contingente del ejército ruso. Si de verdad hubiera sido neutral habría llamado también a efectivos del ucraniano o a ninguno en absoluto. Recordemos los episodios funestos con España, con quien quiso poner en pausa las relaciones internacionales. Con Perú desconociendo al titular del poder ejecutivo. En Venezuela desconociendo a Guaidó.  Exiliando a Evo Morales. A sus respetables comentarios sobre Bukele y su política de militarización que ignora los derechos humanos o a su relación con el matrimonio en el poder en Nicaragua. ¿Cuál no intervención?