2025: crisis climática y sostenibilidad

SOFÍA MORÁN

Mientras cerramos este 2025, el año se despide mostrándonos sus dos caras más definidas: una de retos climáticos profundos y otra de avances silenciosos pero significativos. Este fue el año en que Brasil albergó la COP30 en plena Amazonía, convirtiendo la conservación forestal en protagonista de las negociaciones globales. Fue también el año en que por primera vez las energías renovables superaron al carbón como principal fuente de electricidad mundial, con China liderando una transición energética que hizo caer sus emisiones por primera vez en décadas. Sin embargo, también fue el año de huracanes devastadores en el Caribe, incendios récord en Europa y la confirmación de que los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes e intensos.

En México y América Latina, 2025 nos dejó lecciones contrastantes. Mientras Brasil reportaba una reducción del 11% en la deforestación amazónica (la más baja en once años) y se establecía la mayor área marina protegida del mundo en la Polinesia Francesa, nuestro continente enfrentaba el giro político hacia gobiernos que en muchos casos priorizaron el desarrollo económico sobre la protección ambiental. La tensión entre crecimiento y sostenibilidad se hizo más evidente que nunca, demostrando que la lucha climática no es solo científica, sino profundamente política y social.

Entre los logros que merecen celebrarse están la recuperación de especies como las tortugas verdes (que pasaron de “en peligro” a “de menor preocupación”) y el reconocimiento formal de los pueblos indígenas como líderes en conservación durante la COP16 de biodiversidad. La Corte Internacional de Justicia emitió además una decisión histórica que allana el camino para que países afectados por el cambio climático puedan demandar a las naciones contaminantes, marcando un precedente legal histórico.

Pero mañana, al amanecer el 1 de enero, enfrentaremos una contradicción que resume nuestro momento histórico. Mientras celebramos nuevos comienzos, estaremos respirando el aire más contaminado del año. En ciudades como la CDMX, los niveles de PM2.5 (esas partículas microscópicas que entran directamente a nuestros pulmones) se multiplican varias veces durante la madrugada del Año Nuevo, impulsados por la pirotecnia que libera metales pesados como bario, estroncio y cobre. Esta tradición tiene un costo ambiental que rara vez consideramos.

Esta transición entre años nos invita a una reflexión profunda: ¿qué estamos dispuestos a cambiar realmente? Las soluciones existen pero requieren decisiones coherentes que van desde las políticas nacionales hasta nuestras tradiciones familiares. El ejemplo de las empresas que han convertido la sostenibilidad en ventaja competitiva, reduciendo costos mientras atraen a consumidores conscientes, demuestra que otro modelo es posible.

Porque si algo nos enseñó este 2025 de contrastes es que el futuro no llega solo: lo construimos día a día, con cada acción u omisión, celebrando con conciencia o contaminando por tradición.