YUCATÁN REGISTRA un crecimiento demográfico y económico excepcional, que se visualiza por ejemplo en el elevado número de vehículos que saturan las calles de la capital, y en el desarrollo de unidades habitacionales-comerciales de alto y muy alto niveles, principalmente en el norte de Mérida. Ese crecimiento genera optimismo porque trae consigo creación de empleos, de conocimientos y de riqueza, si bien esta última no se distribuye tan horizontalmente como muchos quisieran. Por el otro lado, tal expansión genera una serie de necesidades que deben satisfacer los gobiernos de los tres niveles. La situación ideal sería que tal crecimiento se concrete bajo programas y lineamientos bien diseñados, de manera que sus impactos negativos se amortigüen y los positivos se potencien, pero esto no está sucediendo. Los cortes de electricidad en el interior del estado son frecuentes y nadie se responsabiliza de los daños y pérdidas que ocasionan en los hogares. Si el abasto de electricidad es actualmente insuficiente, ¿qué va a pasar en los próximos 10 años cuando la enorme franja de desarrollo que está entre Mérida y la costa alcance máximos niveles? Es un tema que merece más comentarios, incluyendo los suyos, amable lector.
UNO DE LOS FACTORES que más resiente las presiones de ese crecimiento es el de la tierra y su posesión. Los líos y protestas protagonizados por ejidatarios son evidencia de esa presión, que siempre ha existido, pero ahora los campesinos no callan ante los abusos y despojos, sino que exigen sus derechos, y hacen bien. Apenas ayer, ejidatarios de Hunucmá protestaron ante las oficinas de la Procuraduría Agraria porque, afirman, su comisario ejidal no respeta las decisiones que toma la asamblea –máxima autoridad del ejido–, y además falsifica documentos con tal de sacar provecho con la venta irregular de tierras ejidales. Como el caso de Hunucmá hay muchos otros, lo que debe obligar a las autoridades agrarias, principalmente la Procuraduría y el Tribunal, a trabajar ya de manera transparente, eficiente y apegada a las leyes, pues fueron creadas para servir al campesino, no para engañarlo, manipularlo o estafarlo.
