2018, el inicio del fin y el año del cambio

El 2018 ya inició y con ello la política parece permear todas las esferas de la vida pública en el país. De tal suerte que cada afirmación sobre algo, cualquier cosa, es leída como posicionamiento político. Si se señalan los defectos de una determinada plataforma política, se aduce que quien lo hace es militante de la fuerza política opuesta.

Si uno emite una crítica a un determinado candidato, se da por descontado que recibe dinero o gratificaciones del oponente. Nuestra desconfianza es total.

La situación no es para menos si se recuerda que ente los grandes pendientes de la legislatura que está por terminar –y quienes por cierto seguirán de vacaciones hasta el 1º de febrero- se encuentra el nombramiento del Procurador General de Justicia, del Fiscal Anti-corrupción y del Auditor Superior de la Federación.

Dicha terna deja al sistema judicial mexicano en una situación muy comprometida y revela el poco interés por el poder legislativo saliente en ocuparse de los temas cruciales para la república. Este es el año de Hidalgo y algunos anticipan que, pese a todos sus esfuerzos, no serán re-electos.

Asimismo, podría quedar en suspensión la renegociación del Tratado de Libre Comercio que solicita la ratificación por parte del Senado, a menos que las negociaciones pendientes se hagan al vapor para tratar de empatar los tiempos de salida de los miembros actuales, antes de la elección. El Congreso en general como se ve, tiene muchas cosas en el tintero y poco tiempo para resolverlas.

En otro renglón, la autoridad electoral, el INE, ha dejado mucho que desear y la acumulación de observaciones sobre su proceder puede llevarlo a la pérdida total de su credibilidad. Por ejemplo, el hecho de que en este período de pre-campañas dedicado a que los institutos políticos seleccionen a su candidato para contender por la presidencia, está visto que de una u otra manera han ignorado o soslayado este proceso y casi con designaciones directas en las fuerzas más representativas, este proceso nunca tuvo lugar.

Lo que llama la atención es entonces su exposición en los medios y los gastos de campaña generados. Si han viajado al interior de la república se habrán transportado por camión, avión o automóvil, habrán desayunado, comido, cenado y pernoctado en algún lugar y si como se dice, estos gastos no serán cubiertos por el INE, porque todavía no están en campaña, el resultado es peor ¿quién los cubre entonces al margen de la normatividad?

Asimismo, habrá que seguir el curso de los recursos que nueve partidos nacionales dijeron donar a los damnificados de los sismos el año pasado y que se obtendrían de los recursos que les correspondería recibir durante el mes de diciembre. Sobre todo, porque a la fecha hay quienes se vieron afectados y todavía no han recibido ningún apoyo. Lo cual los pone en la situación más conveniente para el trabajo de promesas y campañas de cualquier fuerza política: los convierte de ciudadanos en clientes.

En otro derrotero, no debemos olvidar que a democracia no se agota en la emisión del voto en la urna ni podemos permitir que así suceda. Atención especial debe tenerse en el destino de todos los gobernadores que han sido señalados de actos de corrupción, así como de su destino final en manos de la justicia que ayudará a aclarar el panorama sobre la impunidad, responsabilidad y equidad para los votantes.

Dos últimos asuntos para cerrar esta reflexión. El primero con relación a la violencia e inseguridad que, a través del feminicidio, el asesinato a periodistas y a sacerdotes identificó al 2017 como el año más violento del que se tenga noticia. Este clima puede desalentar la participación ciudadana y mermar la confianza en las instituciones.

Por último, la muerte paulatina, dolorosa y de larga agonía de la televisión convencional como medio de comunicación de masas que tratará de hacerse sentir como indispensable para la política a través de medios y periodistas pagados, entrevistas a modo, comentarios zalameros, coberturas parciales, guerra sucia y desinformación que lamentablemente, terminan por pagarse con dinero público, es decir nuestro dinero, en el mejor de los casos. Porque como decía Fidel Herrera Beltrán: “todo lo que puede comprarse con dinero, sale barato”.

 

Carlos Hornelas. 

Profesor, periodista y analista. No hay tema que no sepa diseccionar con precisión de cirujano. Experto en política y medios de comunicación.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *