Paz, piedad y perdón

Era 1939, la Guerra Española estaba a punto de terminar, y lo que un día fue la razón democrática, la república, perdió.

Manuel Azaña Díaz, su último presidente –cuya viuda, Dolores Rivas Cherif, vivió y murió en nuestro país–, hizo en julio de 1938 un discurso que sigue teniendo vigencia en cualquier lugar del mundo, pero hoy, más que nunca, en nuestro país.

Después de hablar de todas las razones que llevaron a la Guerra Civil, de la que él fue en parte responsable –para después perderla frente a los militares, protegidos por el fascismo y los nazis–, escribió: “… esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y, que ahora, nos envían el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perdón”.

Posteriormente, doscientos mil españoles sufrieron pena de muerte, prisión o trabajos forzados.

El que ganaran las tropas de Franco no significó la paz. Y desde luego, así como no hubo piedad en ninguno de los dos bandos durante los tres años, tampoco la hubo al final cuando surgió un vencedor.

En cuanto al perdón, todavía al día de hoy, la historia de aquellos crímenes permanece sin ser abordada.

¿Tiene México las condiciones? ¿Qué gobierno necesitaría tener para que la piedad volviera a ser una palabra en nuestro vocabulario? Ya que está completamente erradicada.

¿Con qué condiciones se lograría la paz? Me refiero a la de una guerra civil, y no entre los buenos y los malos. Ya no sirve seguir diciendo “andaba en malas compañías”.

No hay peor compañía que la necesidad, la insolidaridad y la brecha social.

Hemos perdido la capacidad de asombro; la de entender qué estamos diciendo cuando decimos “paz”; la capacidad de la piedad y la del perdón.

Sin esos elementos, da un poco lo mismo quién gane el primero de julio. México seguirá desangrándose, porque son unos elementos que no vienen –como terriblemente dice López Obrador– de limpiar la corrupción, como se limpian las escaleras: “de arriba hacia abajo”, sino que vienen en el sentido opuesto.

Vienen del sentimiento de cada padre, madre, hijo y de cada gobernante, de que si no tenemos como objetivo recuperar la paz, instaurar la piedad entre nosotros y buscar el perdón; dará igual lo que pase en este país el primero de julio, puesto que no tendrá solución.

Por Antonio Navalón. Periodista, agradecido con la vida y fascinado por este momento. Instagram: antonio_navalon. Mis tuits personales llevan la firma #ANavalon.

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