El nacionalismo da la mayoría a Sánchez

MADRID. CON EL RESPALDO de la Cámara garantizado, Pedro Sánchez se considerará investido por el Congreso después de que se celebre la votación y el Rey podrá firmar el decreto de su nombramiento como presidente del Gobierno. Siempre que Rajoy no presente antes la dimisión, lo cua haría decaer la moción de censura. A partir de ese momento, en el que se prefigura un fin de semana trepidante, Sánchez estará en disposición de formar Gobierno para que los ministros prometan el cargo ante el Rey y se produzca el intercambio de carteras.

Aparte de la crucial decisión del PNV, otras formaciones nacionalistas, que en principio se habían mostrado abiertas a dar su apoyo a Sánchez, como ERC, PDeCAT o Bildu, tenían que desvelar sus cartas tras escuchar el discurso programático del candidato. Sánchez hizo equilibrios en su intervención con abundantes gestos para abrir un diálogo con el Govern de Cataluña, al que pidió el mismo ejemplo en la sociedad catalana, pero desde los espacios de consenso comunes que son la Constitución y el Estatuto de Autonomía. El PDeCAT recogió el guante de Sánchez pese a su escepticismo, mientras que ERC y Bildu justificaron su respaldo no como “un apoyo al PSOE” sino como “rechazo al PP”.

Sin haberse disipado la incertidumbre sobre hacia qué lado se iba a inclinar la balanza de la moción de censura, Rajoy y Sánchez protagonizaron en el Congreso el que quizá fuera último debate entre ellos. Ambos habían salido vivos de varias situaciones de peligro extremo, pero en el lance de la moción solo podía quedar uno. Esa imperiosa exigencia de perdurar marcó el choque. El líder del PP, que estaba en una situación delicada, se empleó a fondo en tratar de ridiculizar al del PSOE y denigrar la moción. Por el contrario, Sánchez se esforzó en exponer un perfil templado y regenerador.

Rajoy se defendió con uñas y dientes ante la posibilidad de que la iniciativa del PSOE pudiera desalojarle de La Moncloa, algo que quizá intuía tras una larga noche de conversaciones con el PNV. Y no reparó en munición. Acusó a Sánchez de que su ambición e incapacidad electoral fueran la única causa de la moción. Trató de imponer su propia versión de la sentencia de Gürtel. Puso en marcha el ventilador de la corrupción para embarrar al PSOE en su caída. Mostró el borde de los abismos por los que caería España si triunfaba la iniciativa. Incluso trató de abrir brechas entre el PSOE y los partidos que podrían apoyar la moción recuperando declaraciones negativas de Sánchez sobre Podemos, ERC o el PDeCAT. O de barones del PSOE contra Sánchez.

Frente a un presidente empeñado en imponer su propia versión de la sentencia de Gürtel, en invocar los demonios del independentismo y en destacar los efectos económicos adversos de la moción, Sánchez exhibió seguridad e incidió en la gravedad de la condena de Gürtel. Y para quitarse el estigma de la ambición personal, brindó a Rajoy la posibilidad de dimitir y poner fin a la iniciativa.

Texto y foto: Agencias

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