Por Roberto Dorantes
La Iglesia es una institución milenaria, que está presente en todo el planeta, que cuenta con 1 272 millones de creyentes, según el anuario de 2016 del Vaticano, representamos aproximadamente el 18 por ciento de la población mundial, con todo esto la misión de la Iglesia se ha desvalorizado.
Conceptos como pecado, santidad, infierno, cielo son relegados en el vocabulario de la sociedad, no se mencionan más que para bromas o chistes al respecto, estos temas no deben causar vergüenza al contrario, como laicos tenemos una misión específica dentro de la Iglesia, vamos a ver de qué se trata.
Señalamos primero la Iglesia tiene una misión, el motivo principal por el que se fundó es cumplir la voluntad de Dios, reunir a todos en Cristo como una gran familia. Esa misión se trasmite a todos para que de manera individual busquemos cumplirla en nuestras vidas.
Error es pensar que sólo los Obispos, sacerdotes o religiosos están llamados a la santidad, esta es la misión de cada uno, todos estamos llamados a la santidad, viviendo con amor y dando testimonio en nuestras ocupaciones diarias.
El sentido de la vida lo conseguimos viviendo con santidad, independientemente el estado, las personas consagradas a Dios, vivan con alegría su entrega; si eres casado o casada, se santo atendiendo y amando a tu esposo o esposa, como trabajador sé honrado y dedicado a tus actividades, la santidad se vive en cada momento, y siempre hay la oportunidad de vivir en paz con uno mismo y los demás.
Cada santo es una misión, “porque esa es la voluntad de Dios vuestra santificación”, la profundidad de la Santidad es vivir los misterios de Cristo en nuestras vidas, identificarnos con él y seguirlo de acuerdo a nuestras posibilidades.
Hay una actividad que puede apartarnos de este camino, la tecnología, las palabras, el afán de sobresalir, la ansiedad, los viajes, todo aquello que hace ruido sin obtener frutos espirituales llevan al vacío y la frustración, vivir la vida sin saber por qué, deja camino a la desesperación y depresión.
Retomemos nuestra misión, la santidad no es una moda, es un estilo de vida, como dice el Papa Francisco: “no tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida existe una sola tristeza, la de no ser santos.”