Por Renata Millet
Siempre he sido partidaria de que uno debe cumplir la ley aunque esta no le parezca (siempre y cuando no atente la ley contra un derecho humano), pero luchar por cambiarla. En ese proceso, debemos cuestionar, criticar y estar abiertos a réplicas.
Hace unos días me topé con un señor muy humilde de una comunidad cercana a Oaxaca de Juárez. Primero me preguntó si era yo mexicana y le respondí que sí. Luego me ofreció una piececilla, muy pequeña. Me dijo que eran auténticas y sacó más: todas pequeñas pero se veían muy reales.
En la zona existen, legalmente, muchos imitadores de piezas. Sin embargo, estas de verdad parecían reales. Me dijo que los niños de la comunidad se los entregaban, los encontraban cuando se metían al río o cuando araban la tierra. Es sumamente probable que así sea.
Vender piezas antiguas (en este caso, de los zapotecos y mixtecos) es ilegal. Por eso es que había tanto secretismo. Comprarlas, es igualmente ilegal. Se lo dije al señor y me dijo que el dinero recaudado le servía para comer y llevarle dulces a los niños del pueblo. Que luego hasta los gringos le compraban.
¿Qué se suponía que debía pensar? ¿Estaba mal que el señor las vendiera?
Primero, creo que no estaba mal aunque era algo ilegal. Es decir, el acto estaba mal porque era ilegal, pero el acto en sí no era malo ya que hay un exceso de piezas pequeñas en el INAH que no están ni investigadas ni clasificadas (solo en Yucatán hay varias bodegas abarrotadas de piezas) y está llevando el pan a la boca de personas que son prácticamente los verdaderos herederos de estas culturas. Estas personas seguramente llevan muchos cientos de años (a menos que hayan migrado por la revolución) en su comunidad. No están descubriendo una estela que cambiará el rumbo de las investigaciones, si no objetos del diario hacer de los cuales hay cientos de objetos similares.
Como dije al principio, no me gusta excusar ni excusarme de incumplir la ley, pero a veces se necesita ser razonables. La ley fue creada porque no había regulación de las piezas. Las tumbas y ruinas eran saqueadas por pobladores o por gente que lograba ver su valor. Muchas piezas fueron vendidas a extranjeros. En gran parte esto se dio porque muy poca gente apreciaba (hablo de la época de mis abuelos) estos tesoros mayas.
Hoy en día, piezas como juguetitos o pequeñas figuras hay miles. También hay miles de oaxaqueños que mientras aran la tierra encuentran figurillas. La diferencia es que las figurillas no se mueren de hambre ni carecen de un seguro social, en cambio estas personas probablemente sí.
¿Estoy justificando su venta, su compra? No lo sé. Tenemos que mejorar nuestro sistema de salud, de seguridad social. Pero ¿Quién llevará hoy pan a la boca de estas familias? Sobre todo, si nadie compra estas estatuillas, se las venderán a extranjeros que las sacarán del país.
Estas situaciones me conflictúan, ¿A quién defiende la ley? ¿Qué es más importante que defienda? Son preguntas para las que me gustaría pensar más mi respuesta. Será en el próximo artículo.