Por Carlos Hornelas
El 20 de agosto reapareció ante los medios de comunicación, la maestra Elba Esther Gordillo para posicionarse sobre su liberación. Se le veía entera, firme y saludable, algo que contrasta con la versión de su abogado, quien continuamente argumentó un estado frágil de salud, condición que se tomó en cuenta para que la mayor parte del tiempo en el que estuvo cautiva se trasladara a hospitales, en lugar de permanecer en prisión.
Su liberación al inicio del ciclo escolar y el mismo día en que Andrés Manuel anunció frente a Peña Nieto que dará marcha atrás a la reforma educativa, levanta sospechas.
Aliada de las últimas administraciones panistas, Elba Esther lideraba un millón de sindicalizados que constituyen el órgano más numeroso de su tipo en toda América Latina. Se dice que para la elección de Fox su operación política fue decisiva para conseguir el triunfo.
Hasta ahora no se sabe si regresará a la escena política. Menos aún si colaborará con AMLO en su gabinete. Lo que sí se puede decir es que, en la última elección el PRI perdió la estructura que tenía largos nervios que se extendían por toda la geografía nacional a través de sus comités distritales, mismos que en su momento eran decisivos para operar la aplanadora política. Hoy, esos tentáculos no son funcionales y para muestra, en ningún distrito ganó Meade.
El resto de los partidos políticos nacionales no están en mejores condiciones, pues no tienen la infraestructura ni la base del PRI. Ni siquiera Morena, quien prácticamente lo ganó todo. No obstante, si hay una fuerza política con cobertura a nivel nacional en este momento, es el magisterio.
A través del magisterio, como órgano de inteligencia, se puede saber, por ejemplo, con una precisión geopolítica, acerca de las necesidades más apremiantes en todo el país, de las fuerzas que se oponen al Estado y dónde se localizan, de las localidades donde el gobierno ha sido omiso, dónde se requiere su intervención.
El magisterio es quizás el sector que más rencor le guarda al todavía presidente constitucional Enrique Peña Nieto por su llamada reforma educativa y ha hecho un par de guiños a AMLO durante su campaña. Se puede convertir en el nuevo poder confesional del cual hablaba Foucalt, procesando la información requerida para la gobernabilidad.
Así, Elba Esther podría convertirse en la primera figura pública en recibir indulto presidencial a cambio de su operación política de cara a construir un camino que ayude a la re-corporativización “morenista” del magisterio, antes de las elecciones para los diputados en los próximos tres años.
Con la estrechez de margen en una república marcada por la austeridad, como la quiere AMLO, las cuotas sindicales podrían financiar operación política sin ser un recurso rastreable o proveniente directamente del Estado.
Algunas cuestiones quedan pendientes: ¿Qué habrá obligado a Peña Nieto a soltar a la maestra antes de la sucesión? ¿Será que éste es un acto de buena voluntad que compra su indulto? ¿No es esto una muestra innegable del uso faccioso y discrecional de la justicia de ambos gobiernos? A Andrés Manuel le encanta señalar como ejemplo a Juárez, recordemos una de las frases que se le atribuyen: “A mis amigos, la justicia; a mis enemigos: el peso de la ley”.