HOMILÍA XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”
(Mc 9, 35).

Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imak óolal yéetel in puksi’ikal. Bejla’e’ u T’aan Ki’ichkelen Yuume’ ku ts’aaik oojeltej u ka’aten ku ya’alik Jesucristo yóolaj u yaya óolal, u kíimil yéetel u ka’a puut kuxtal, chen ba’alej le ajkaambalo’ob tu sakach t’aano’ob yóolaj máax u nojochil ichilo’ob”.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo vigésimo quinto del Tiempo Ordinario.

En el santo evangelio de hoy según san Marcos, Jesús va caminando con sus discípulos y no quiere que nadie sepa que va atravesando Galilea, pues ese tiempo es exclusivo para ellos. A veces es necesario esconderse un poco para estar a solas con la gente a la que debemos dar tiempo exclusivo en ciertos momentos: en ocasiones es tu pareja, si estás casado, quien necesita que le brindes tu tiempo; en ocasiones son tus hijos o uno de ellos en particular, quizá toda tu familia; en ocasiones es un amigo u otra persona que necesita que le hagas un espacio de tiempo. Para dar tiempo es necesario hacer el trabajo a un lado, apagar el celular o lo que sea, con tal de poner toda nuestra atención a esas personas tan especiales que nos necesitan. Nos negamos a unos para dedicarnos a quien debemos atender.

Jesús quiere darles una noticia muy especial y les anuncia por segunda vez su pasión, muerte y resurrección. Ellos no entienden y tienen miedo de pedir explicaciones, tal vez ni siquiera querían entender. Para una buena comunicación entre nosotros es indispensable pedir explicaciones de lo que no nos queda muy claro e interesarnos de veras por entender a fondo lo que la otra persona nos quiere comunicar.

Cuando al llegar a casa les preguntó Jesús a sus discípulos, de qué tema venían discutiendo en el camino, ellos se quedaron callados pues les daba pena confesarle que venían discutiendo sobre quién de ellos era el más importante. Cuántas veces cuando alguien nos quiere comunicar algo, no le entendemos porque traemos el tema que a nosotros sí nos interesa en verdad. En el caso de los apóstoles traían el tema totalmente opuesto al de Jesús, pues mientras que él les anunciaba pasión y muerte, ellos discutían sobre jerarquías.

Luchar por jerarquías, es decir, por establecer quién es el más importante, es una actitud que destruye la unidad de los grupos humanos. A veces no se trata de discutir, sino simplemente de tomar actitudes de prepotencia para hacerle saber a los demás que somos superiores a ellos. A los que son jefes en una empresa u oficina, les iría mejor con sus empleados y subalternos, si los trataran con respeto en lugar de hacerlo con despotismo. En muchas empresas, los patrones han podido comprobar que incluso obtienen mejor rendimiento de sus trabajadores tratándolos de acuerdo con su dignidad de personas.

Con un trato humano y educado los empleados trabajan con más gusto y empeño, redundando incluso en beneficio para la empresa. No hay mejor política en un grupo humano que la del respeto a la persona, creando así un ambiente de cordialidad y amistad entre todos. Si esto debe suceder en las empresas, lo mismo podemos decir de otros espacios humanos como la escuela; y no se diga la Iglesia, pero sobre todo en la familia.

Jesús no se enfada ni se desespera con sus discípulos, pues es su Maestro y los está formando. Él aprovecha para darles una lección que deben aprender y que desde entonces todos sus discípulos debemos tener en la mente, en el corazón y en nuestras obras. Al respecto les dice: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos” (Mc 9, 35). Este principio que debe prevalecer en la Iglesia entre obispos, entre sacerdotes, entre religiosas, entre seminaristas y grupos de laicos, hay que llevarlo también a la familia, aunque no todos acudan a la Iglesia; hay que llevarlo a los espacios laborales, escolares, de amistad y de toda convivencia humana. Hasta a los no creyentes en Dios les conviene poner en práctica este principio de vida, que les dará más paz interior, satisfacción y que les ayudará a crear mejores ambientes humanos.

¿Se acuerdan ustedes de la “Caminata Huellas de Ternura” de la que les hablé el mes de mayo? Les platicaba que esta caminata, impulsada por nosotros desde el Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), por la Cáritas Latinoamericana y por “World Vision”, es una campaña en favor de la no violencia contra los niños y de la educación con ternura; misma que iniciamos en mayo en la frontera entre Tijuana y San Diego, California, la cual ha ido de país en país para que el próximo año llegue hasta Argentina.

Dicha caminata sigue su rumbo exitoso, dejando huellas de ternura y ahora mismo se encuentra en República Dominicana. Esta ternura se inspira en Jesús quien nos enseña a ser tiernos con los niños. El evangelio de hoy continúa diciendo que Jesús, después tomó a un niño, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe” (Mc 9, 37). Podría hablar de la violencia que viven muchos niños hoy en día en su propia casa, de la violencia que viven tantos otros a causa de la pobreza o de la que miles y miles viven en países en guerra. Pero ¿para que vamos tan lejos?, si aquí mismo entre nosotros, tantos niños son tratados con la violencia máxima de la muerte en el mismo vientre materno para no recibirlos y abrazarlos en la vida.

Jesús se identifica con los niños y con todos los pequeños de este mundo, así es que cada maltrato a un menor es violencia contra Cristo; cada aborto es volver a asesinar al Hijo de Dios. Recibamos a cada niño en el nombre de Jesús, y al recibir a Jesús, recibiremos junto con él a su Padre celestial. Cada niño y cada ser indefenso en este mundo son sacramento de Cristo, es decir, presencia viva del Señor.

Las asechanzas que sufrió Jesús, su pasión, muerte y resurrección, fueron profetizadas en pasajes del Antiguo Testamento, como el que escuchamos hoy del Libro de la Sabiduría en la primera lectura.

Recientemente el Papa Francisco ha sufrido persecución moral, a causa de la carta que un exnuncio apostólico escribió, acusándolo de cosas sin fundamento y pidiendo su renuncia. Miren como al Papa le quedan perfectas las palabras de la primera lectura de hoy: “Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados” (Sab 2, 12). En nuestro Sumo Pontífice se cumple también el dicho mexicano: “Quien bien te quiere, te hará llorar”; pues él nos quiere bien a todos los miembros de la Iglesia y a todos los hijos de Dios en este mundo. En este caso, la verdad cae por su propio peso.

Continuamos en la segunda lectura con la Carta del Apóstol Santiago, que hoy también podemos relacionar con el Evangelio, por el tema de la discusión que traían los Apóstoles sobre quién de ellos era el más importante. La lectura dice: “Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas” (Sant 3, 16). Es muy triste que durante el proceso electoral en México hayan asesinado a tantos candidatos y políticos. ¿De dónde o por qué hubo estos asesinatos? Santiago nos dice: “Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando” (Sant 4, 2).

Sentir envidia es algo muy humano, pero al incio, la envidia es tan sólo es una chispa que podemos apagar con mucha facilidad. No dejemos crecer ese sentimiento inconveniente en nuestro corazón, porque ya sabemos hasta dónde podríamos llegar si le damos cabida a este desorden en nuestro interior. Más bien pensemos que un sentimiento inicial de envidia, es la gran oportunidad de vencer la tentación y transformarla en humilde servicio a la unidad interpersonal, así como al triunfo del amor.

Seguramente todos estamos enterados de las grandes inundaciones que han sufrido nuestros hermanos en Sinaloa, así como de todos los damnificados que han resultado de este acontecimiento. Es hora de ayudarlos. Este domingo nuestra colecta en todas las parroquias servirá para enviar apoyo a nuestros hermanos en desgracia. Vayamos a misa preparados para colaborar o también podemos depositar nuestra ayuda en la cuenta de Cáritas Mexicana Nacional.

La cuenta bancaria de nuestra Cáritas Nacional donde se pueden depositar los donativos para los damnificados es:

BBVA Bancomer a nombre de Cáritas Mexicana I. A. P.
Número de cuenta: 0123456781
CLABE INTERBANCARIA: 012 180 00123456781 5
Los donativos son deducibles de impuesto y para solicitar su recibo, favor de enviar los datos fiscales y comprobante de depósito al correo: emergencia@ceps.org.mx
Tels. 01 (55) 55631604 y 01(55) 55636543.

Más información en:
https://www.cem.org.mx/prensa/1833-Sinaloa-y-Sonora-en-emergencia.html

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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