El 2 de octubre de 2018, se cumplieron cincuenta años de la matanza de Tlatelolco, hecho reprobable y que debe aclararse lo más pronto posible. Esto ayudaría a cerrar un ciclo para la parte afectada ese día, además de que es un acto obligado dentro de toda nación civilizada y democrática.
La conmemoración de esa fecha que se cumplen 50 años también ha significado analizar al Estado mexicano y su forma de ser como país, dados los hechos ocurridos antes y después del 2 de octubre. Ese día indudablemente debe ser ubicado dentro del contexto de modernidad que anhelaba la nación, así como de la olimpiada a celebrarse diez días después.
México buscaba del mundo la aprobación de que ya era un país moderno y en vías de alcanzar el pleno progreso, razón por la cual usó a la Olimpiada como el medio idóneo para alcanzar ese fin, tal como lo hizo Alemania en 1936, Japón en 1964, China en 2008 y Brasil en 2016.
El problema mexicano estaba en la paciencia, ya que lo idóneo era esperar un poco más bajo el mismo esquema económico y así obtener un verdadero desarrollo nacional.
Aunque unos Juegos Olímpicos de acuerdo al Comité Olímpico Internacional (COI) deben estar alejados de un contexto político, la realidad es que siempre han sido utilizados como medio de propaganda para dar un mensaje al resto del mundo.
Alemania mostró que era un país fuerte y organizado previo a la Segunda Guerra Mundial; Japón enseñó que se había reconstruido después de la misma Segunda Guerra y que ade-más, ahora estaba del lado de occidente como un aliado confiable; China exhibió que ya no era solamente una nación generadora de manufacturas de baja calidad, sino que además estaba inmersa en una reconversión tecnológica que permitía mejorar el ingreso de buena parte de las familias de su país.
En todos estos casos señalados la trayectoria fue la de idear y consolidar un plan de trabajo, para después ser organizador de la justa deportiva y, a partir de ese momento, recibir la aprobación del mundo o ser considerado como potencia. Y, por ende, recibir un trato preferencial.
En el caso mexicano dicho plan existió, pero la consolidación del mismo debió tomar algunos años más, ya que en 1968 una cuarta parte del país aún no sabía leer o escri-bir (INEGI), el acceso a la salud era completamente desigual y precario (Julio Frenk, Los médicos en México de 1970 a 1990) y el número promedio de hijos que dejaba una mujer a lo largo de su vida era de seis (INEGI).
Todo lo anterior contrastaba con las cifras de crecimiento del país, razón por la cual se podía afirmar que la mano de obra en México era poco calificada y su industria de baja calidad, ya que las condiciones que exige el capitalismo para ser dinámico y competitivo pasan por un trabajador sano y capacitado.
A 50 años del dos de octubre, México sigue sin tener claro qué rumbo de país quiere.
México apresuró su candidatura olímpica, ya que ese país próspero y moderno que quería mostrar al mundo, únicamente era visible en ciertas zonas de la Ciudad de México, dejando al resto del territorio en condiciones precarias o de un capitalismo que usaba técnicas feudales para producir. Lo cual es un escenario muy lejano al de modernidad y desarrollo.