Al día se generan enormes cantidades de información. No por nada nos encontramos en esa era, la de la información y el conocimiento. Por ello, tampoco es coincidencia que la carrera rumbo al empleo bien pagado y a la búsqueda de mejores puestos se relacione con la especialización.
Un ejemplo para comprobar lo anterior aparece si se observa el listado de consultorios de cualquier hospital de la capital yucateca: neumólogos pediatras, ginecólogos especializados en neonatología, geriatras… seguramente nos quedamos cortos, puesto que ocurre en todas las disciplinas científicas.
Como sea, el argumento es evidente: la enorme cantidad de información que se genera en el mundo, día con día, obliga a la especialización porque, a cada momento, un nuevo mundo se genera. La especialización es indispensable, puesto que nadie puede dominar por sí mismo esa enorme masa de información y conocimiento.
Considerando lo anterior —y sin omitir la enorme cantidad de mujeres y hombres en el estado ampliamente capacitados con licenciaturas y maestrías— son cada vez más abominables prácticas como la denunciada por el reportero Iván Duarte en torno a la nueva delegada de la Profeco, Sisely del Rosario Burgos Cano, cargo para el cual la ley exige una licenciatura de la cual carece la nueva funcionaria.
Nuevamente, un puesto bien remunerado, pero sobre todo de grandes exigencias, se otorga por méritos políticos, no por capacidad académica o laboral en el área mencionada…
De esta forma, más allá del cuestionamiento, casos como el expuesto nuevamente deberían llevarnos a formalizar y fortalecer un auténtico servicio municipal, estatal y federal de carrera. Los asuntos públicos y los problemas del país ya no pueden soportar más “curvas de aprendizaje”.
Quien se ponga al frente de una institución gubernamental debe comprobar estudios profesionales y probada experiencia en el área que desea ocupar.
En México, los tiempos de la especialización siguen siendo los de la improvisación.
¿Hasta cuándo?