Por Carol Santana
Hace unos días me tocó leer la nota de una adolescente desaparecida, la cual afortunadamente fue hallada en casa de un amigo que había conocido por redes sociales. Los comentarios en la publicación de Facebook tachaban a la chica de 15 años como una promiscua, irresponsable e insensible que merecía sufrir castigos por haber movilizado a la población que la buscaba.
Esto es super común. No sólo pasa con adolescentes, cada que una mujer desaparece y es encontrada a los pocos días los comentarios no se hacen esperar, y es típico encontrar ataques cargados de machismo en cada uno de ellos, en especial cuando son adolescentes que aparecen en casa de sus novios o amigos.
Sin embargo, al darle click a la nota y leerla completa, descubrí que el amigo de la chica era en realidad un hombre de 27 años.
No hace falta que explique por qué está mal que un hombre de 27 años esté platicando con menores de edad en la red, lamentablemente es una conducta tan normalizada que hay gente que no lo ve como algo negativo.
El grooming —que en su traducción al español sería como acicalar o peinar— es una práctica o técnica mayormente utilizada por abusadores y pedófilos para ganarse la confianza de sus víctimas menores de edad. El objetivo es hacerles creer que son amigos para luego pedirle ya sea favores de índole sexual como fotos o vídeos e incluso encuentros.
Desde el surgimiento del movimiento #MeToo, varias son las chicas —y chicos— que han contado cómo acaban extorsionados por personas mucho mayores que ellas, las cuales se aprovechan de los vínculos de intimidad y amistad que establecen así como de su edad —que son mayores que ellos— para manipularlos y chantajearlos posteriormente con las fotos o videos que tienen de estos.
Muchas veces ni siquiera son fotos, las víctimas acaban en relaciones románticas con estas personas y viven en un constante estrés y bajo violencia psicológica con el miedo de que su amigo —o novio— mayor se entere.
Cuando estos abusadores tienen éxito, normalmente culpamos a las víctimas y no acabamos por entender que un menor, incluso cuando él o ella lo hayan deseado, no son capaces de dar su consentimiento bajo este tipo de coerción.
De acuerdo con la OCDE, México ocupa el primer lugar en abuso de menores.
Esta cifra es más alarmante si tomamos en cuenta que sólo 1 de cada 10 casos se denuncia. La culpa no está en los menores, sino en los adultos que abusan de su poder y confianza para manipularlos, diciéndole que son sus amigos.