Por Didier Ucán
La representación de personajes de la comunidad LGTBIQ es cada vez más frecuente en los medios tradicionales como la tv, es una medida necesaria en un mundo cada vez más tolerante y globalizado en el que se aboga por los derechos de las personas. Y aún así, habrá quien se sienta ofendido con el falso argumento de que se les “está quitando derechos”; manifestaciones como la creación de una bandera del orgullo heterosexual no hacen más que evidenciar que estamos lejos como mundo de aceptar a las personas tal cual son.
Este problema no es ajeno a las historias en la animación tradicional dirigida a sectores como los niños o adolescentes que sintonizan estas formas de entretenimiento. Ejemplos en los últimos años hay muchos, desde Steven Universe, una caricatura con personajes abiertamente homosexuales, La Leyenda de Korra con una protagonista bisexual o Selma Bouvier presentando a su novia a su hermana Marge Simpson, ponen en relieve la existencia, relevancia y la visibilidad de personas de la comunidad.
Todo este argumento viene a colación luego de que el pasado 12 de junio se anunciara como noticia que la caricatura para niños My Little Pony presentará a dos personajes que son lesbianas. Por supuesto hubo quien pegó el grito en el cielo “¿Cómo es posible que una caricatura para niños ponga una pareja lesbiana en pantalla?”, “¿Qué les estamos enseñando a nuestros hijos?”, “¿Alguien quiere pensar en los niños?”.
Sin embargo, el tema de personajes que representan a la comunidad en la animación es más antiguo de lo aparente. Hace unos 20 años el anime que fue licenciado para transmisión por las cadenas de televisión abierta como Azteca 7 o Canal 5 ya presentaban a personajes abiertamente homosexuales en sus pantallas.
Muchos de nosotros crecimos adorando y disfrutando de estas series como Sakura Card Captors o Sailor Moon, ambas revolucionarias del género Shoujo, en las que se muestran personajes de esta índole: el caso de Tomoyo la amiga de Sakura (en realidad es su prima), quien en distintas ocasiones y sin ningún tapujo demuestra su admiración y amor por Sakura o el de Touya y Yukito, quienes son amigos de la universidad y que están enamorados, e inclusive es curioso pensar que también se presentan relaciones un poco más delicadas como la de Rika y su profesor, que se sugiere tienen un romance, aunque nunca se muestra en pantalla (Rika tiene 10 años).
Por su parte Sailor Moon presenta a Haruka (Sailor Urano) y Michiru (Sailor Neptuno), quienes sostienen una relación romántica. Es verdad que a principios de los 90, cuando Sailor Moon se estrenó, la censura en diferentes países pudo haber confundido a más de uno; Haruka y Michiru en el doblaje para Latinoamérica eran primas. Pero la naturaleza de lo mostrado en pantalla sugería más de lo que los diálogos nos decían. Para 1998, cuando Sakura Card Captors se estrenó, el tema LGTBIQ todavía era un tabú, sin embargo, el doblaje no fue tan cruel con la adaptación.
Ambas series terminaron marcando a una generación de adultos que, quizá por eso, son más tolerantes frente al amor. De los temas que se tocaban en las animaciones de los 90 hay mucha tela de la cual cortar, como la violencia, el uso de drogas y los asesinatos en una caricatura de superhéroes como la adaptación de Batman en los 90; aunque esa es otra historia.