“No se va a tirar un solo árbol”, aseguró desde el año pasado Andrés Manuel López Obrador, a escasos 15 días de haber asumido el poder. El presidente se refería a los trabajos del llamado Tren Maya, considerado el proyecto bandera de su administración. Los partidarios del fundador de Morena, inversores públicos y privados, así como autoridades federales y municipales clamaban por una obra de tal magnitud para rescatar del rezago económico al sureste del país. Sin embargo, existe otro bando que pide al mandatario repensar su propuesta. Ambientalistas, ecólogos y economistas temen que los impactos negativos de la megaobra puedan ser fatales para la región.
Mil 460 kilómetros de ¿esperanza?
“Estamos muy arrinconados por acá, así que para nosotros el Tren Maya significa que habrá más progreso”, confesó Saúl Placarte Torres, presidente municipal de Balancán, Tabasco, en una entrevista telefónica con Tangible. Balancán cuenta con extraordinarios atractivos; en su territorio, custodiado por los ríos Usumacinta y San Pedro (el más limpio de México), han sido hallados vestigios de entre 3200 y 3500 años de antigüedad. Además, ahí se localiza El Moral Reforma, la segunda zona arqueológica maya más importante (solo precedida por Palenque): “Tenemos mucho que ofrecer; aquí pudo haber sido la cuna de la cultura maya, pero históricamente hemos quedado rezagados respecto a otros puntos de la Riviera, por ello el tren es una oportunidad para incorporar el desarrollo en nuestro municipio”, dijo.
La idea del Tren Maya consiste en una infraestructura de 1,460 kilómetros —según las actualizaciones del proyecto publicadas el 19 de junio de 2019— para unir los principales centros arqueológicos de la cultura milenaria, repartidos en cinco estados del sureste mexicano: Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. AMLO anunció su creación en 2018, cuando aún era presidente electo, y de inmediato la oposición se hizo notar. Mediante una carta con fecha del 15 de noviembre, un conjunto de académicos solicitaron a López Obrador lo siguiente: detener la consulta nacional al respecto, evitar el inicio de obras, realizar estudios previos para valorar el impacto en los ecosistemas y tomar en cuenta la opinión de los pueblos originarios.
—Como autoridad de Balancán, ¿no le preocupa el impacto ambiental que pueda tener el paso del Tren Maya por su municipio? — se le preguntó a Saúl Placarte Torres.
“A nosotros, Rogelio Jiménez Pons, director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), nos ha dicho que en el caso de Palenque, Tenosique y Balancán no habrá un impacto ambiental significativo, ya que el tren utilizará el mismo derecho de vía que ya existe; donde puede haber un impacto ambiental mayor es en la zona de Quintana Roo y posiblemente Campeche– respondió el presidente municipal.
En parte, lo señalado por Jiménez Pons es cierto: tal como ha sido pensado el Tren Maya, 900 kilómetros de vías corresponden al antiguo ferrocarril que unía a Palenque con Valladolid, transitando por Chiapas, Tabasco y Quintana Roo; el tramo faltante tendría que abrirse paso en Campeche y Yucatán. Pero esto no es lo único que preocupa a los conservacionistas y expertos en impacto ambiental.
Alto, cruce de fauna
Nanci Vargas Bahena, cuyas fotos de perfil en redes sociales la muestran sosteniendo a un pequeño mono araña, ha cuidado la fauna silvestre del sureste de México durante más de 20 años. “Para mí es preocupante el asunto del Tren Maya; yo lo vivo todos los días, vemos demasiados animales que se están desplazando por la deforestación de la selva, porque la mancha urbana ha invadido la Riviera Maya. Hace 20 años no era nada de lo que es ahora, han construido muchísimos fraccionamientos y hoteles”, comentó quien es gerente de bienestar animal en Akumal Monkey Sanctuary & Rescued Animals (Yucatán), un centro de rescate de especies vulnerables, como el sarahuato.
Vargas Bahena está consciente de que el Tren Maya es un proyecto ambicioso que puede impulsar la economía de la zona, pero el costo será muy alto: “Aunque digan que se van a reactivar las vías que ya existen, hay otras áreas en donde no las hay, entonces sí van a deforestar”. Ella considera que esta obra convertirá a la selva en un foco de atracción que, a su vez, producirá el crecimiento de la mancha urbana y la deforestación: habrá más basura, se explotará más el agua y, además, no creo que el tren se detenga si un mono está pasando por ahí”.
Combatir la tala organizada
En octubre de 2018, la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar se acercó a Fonatur. Desde la Universidad de Stanford, su presidente, el doctor Gerardo Ceballos, explicó a Tangible que “la Península de Yucatán cuenta con las selvas más extensas del país, y es ahí donde hay más jaguares”. De acuerdo con este investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, un tren suele tener menos impacto ambiental que los sistemas de carreteras, aunque mucho depende de cómo se haga: “a nosotros nos preocupaba que el Tren Maya se fuera a hacer sin los estudios de impacto ambiental y de factibilidad de los proyectos, que estos estuvieran bien hechos para hacer las licitaciones correspondientes”. Quien actualmente realiza investigaciones sobre extinción de especies como parte de un año sabático en Estados Unidos, reconoce que la Alianza y Fonatur han llegado a varios acuerdos, tales como: el proyecto respetará toda la legislación ambiental; los distintos tramos del tren evitarán las áreas naturales protegidas (nacionales, estatales y municipales); habrá pasos de fauna funcionales y se promoverá la consolidación de los corredores biológicos; la nueva infraestructura mitigará el impacto de la autopista Cancún-Tulum, y desde ahí se combatirá la tala organizada. “Si se hace bien, el Tren Maya puede tener un impacto positivo; esto visto desde la perspectiva ambiental, la perspectiva social es otra cosa, pero se tiene que abordar con el mismo detalle”, precisó Ceballos.
Justicia ambiental
Gracias a la presión de organizaciones como la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, el proyecto original del Tren Maya se ha modificado cerca de un 70%. Sin embargo, estos cambios siguen sin satisfacer las necesidades de los pueblos indígenas que se manifiestan totalmente en contra de la obra. Para la doctora Raquel Aguilar Melo, se trata de un asunto de justicia ambiental: “Todo el mundo tiene derecho a vivir en un medioambiente saludable y seguro, pero también tiene derecho a ser parte de los procesos para mejorar la calidad de su medio ambiente”.
La investigadora considera que el Tren Maya podría atentar contra esos derechos: los pueblos han encontrado su propia manera de aprovechar la tierra, usar sus recursos, criar animales, etcétera; por ejemplo, en esa región hay algunos apicultores que aplican técnicas sustentables, también hay comunidades que dependen del turismo ecológico, y no puedes llegar y quitarles eso”.
Recientemente, Rogelio Jiménez Pons explicó que no se puede recurrir a la aprobación del proyecto por parte de los pueblos originarios sin antes tener el fallo de licitación de infraestructura básica, seguida de la licitación de la Manifestaciones de Impacto Ambiental. De cualquier manera, este protocolo no resuelve otro de los fallos del Tren Maya: la carencia de información precisa acerca del proyecto. Al respecto, se platicó con AnaThaís Martínez,economista que desde el Instituto Mexicano de la Competitividad (Imco) encabezó la elaboración de una ficha técnica sobre el proyecto del Tren Maya: “Nos sorprende muchísimo que, pese a que es el proyecto bandera, no contamos con información y datos suficientes como para tener un pronóstico de lo que va a representar este proyecto en términos de impacto económico, financiero, social y ambiental”.
El equipo del Imco analizó los costos de 23 rutas similares a las del Tren Maya ubicadas en países como Japón, Estados Unidos, Francia y España. “Los resultados nos situaron en un costo de 400 mil millones de pesos [comparados con los 150 mil millones que calculó Fonatur que podrían elevarse hasta el billón de pesos si no se lleva a cabo una planeación adecuada”. Parte de este costo corresponde, precisamente, a las acciones con las que el gobierno tiene que resarcir el impacto ambiental: “Tendría que diagnosticar cuál es el impacto del proyecto en la región y tiene que hacer una cuantificación monetaria equivalente. Creo que el gobierno federal está en muy buen tiempo de hacer una pausa; este tipo de proyectos requieren planeación, años de planeación, para lograr que al final del día puedan cumplir con su objetivo de garantizar crecimiento y desarrollo en las comunidades”.
Texto: El Universal
Fotos: Cortesía