Devuelven su antiguo esplendor a Chichén Itzá

Los Rayos del Sol con intensidad la zona arqueológica de Chichén Itzá, en el oriente de Yucatán, donde tres restauradoras están a punto de terminar uno de los proyectos más ambiciosos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La luz de Kin, el dios sol de los mayas, da una tonalidad diferente a los tres edificios en restauración, El Juego de Pelota, El Templo de los Guerreros y La Iglesia, como si aprobara la participación de arqueólogos de España, Francia y Alemania.

“Es el primer proyecto de restauración integral que se realiza en esos edificios con técnicas de intervención”, explica a Efe Eduardo López Calzada, delegado del Centro INAH Yucatán.

El Proyecto Integral de Restauración Chichén Itzá 2019, que comenzó el 1 de julio pasado, se realiza con parte de los 17 millones de pesos que otorgó al INAH el Patronato de las Unidades Turísticas de Yucatán.

Con esos recursos “estamos interviniendo a profundidad edificios de Chichén Itzá, Uxmal, Izamal, Kulubá y Dzibilchaltún; algunos de esos sitios tendrán nuevos señalamientos y recuperarán su majestuosa belleza”.

Para Claudia Ocampo Flores, restauradora del Juego de Pelota, la satisfacción es enorme “porque desde 1930 no se realizaban trabajos a profundidad en el enorme centro ceremonial maya que mide 150 por 40 metros y cuenta con seis relieves en las banquetas”.

El orgullo aflora en el rostro de la joven restauradora cuando turistas de Alemania, España, Estados Unidos, Bélgica, Francia, Rusia, Canadá y Singapur y otros países se asombran con el relato de la escena central que muestra a Ah Puch, el dios maya de la muerte.

A un lado está un guerrero-jugador que tiene en su mano la cabeza del contrincante perdedor que está de rodillas. “No sabemos si son mayas contra toltecas porque la decoración de los jugadores es muy parecida”, indica.

Del cuello del decapitado brotan siete serpientes que dan vida con su sangre a un árbol. “Eso nos habla que los mayas veían el sacrificio como dador de vida”, explica.

En las entrañas de Chichén Itzá, donde los rayos del sol no llegan, también se guardan tesoros para la humanidad, que quizá en los próximos años se vuelvan a abrir a los miles de visitantes que anualmente llegan para conocer una de nuevas maravillas del mundo.

“En la subestructura del Templo de los Guerreros nos enfocamos a la intervención integral de los elementos pictóricos en los pilastrones que, a diferencia de lo que hay afuera de la zona arqueológica, aún conservan su policromía, el arte de pintar o decorar con varios colores”, explica la restauradora Claudia García Solís.

La relevancia de los trabajos que realiza la doctora del Centro INAH Yucatán radica en que “todo es original”. El sitio muestra la técnica que usaron los mayas en piedras de cantera suaves y homogéneas, lo que les permitió labrar, lechar con cal y pintar con pigmentos naturales, como óxido de hierro.

Los pilastrones, iluminados también con el típico azul maya, “tienen relevancia en el sentido universal porque Chichén Itzá es un patrimonio mundial de la humanidad que muestra el esplendor de la arquitectura y las manifestaciones de la antigua civilización”, dice García.

Para la especialista, la huella que dejaron pintores, escultores y arquitectos mayas en Chichén Itzá -que según el arqueólogo Juan Octavio Juárez Rodríguez recibe al año más de 2.7 millones de visitantes- es uno de los mayores logros de la humanidad.

Chichén Itzá vive un momento histórico “gracias al ingenio de hombres y mujeres que dejaron plasmados sus valores universales en los glifos y personajes grabados en las piedras que podrían ser guerreros o dioses”, sostiene.

Texto y foto: EFE

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