Por Miguel II Hernández Madero
Más del seis por ciento de los yucatecos viven en extrema pobreza y de ellos la mayor parte se encuentran en los municipios del interior del estado, donde las estadísticas muestran que seis de cada diez habitantes son pobres; viven endeudados y prácticamente sin acceso a los satisfactores de los índices de bienestar medidos por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En contraste, tenemos que mes a mes se dan a conocer encuestas que señalan como el mejor gobernador del país a Mauricio Vila Dosal, al frente de una entidad con bajos índices de violencia, con alta calidad de vida, con bajo desempleo, programas de salud de avanzada y siendo uno de los mejores puntos de desarrollo turístico, con galardones y más galardones por su actividad en el ramo.
Parece que se hablara de dos entidades diferentes. Por un lado, según las mediciones del Coneval, dadas a conocer en julio de esta año, en Yucatán hay 132 mil habitantes en extrema pobreza y casi el 46 por ciento de los radicados en el estado son considerados pobres; por el otro se vende la imagen de una entidad en desarrollo, con amplias oportunidades de desarrollo, con programas sociales, excelente cobertura médica que llega hasta los últimos rincones de esta parte del Mayab.
Pero sobre todo destaca la sonrisa de las autoridades, una sonrisa que desentona con las caras de tristeza y desesperación de la mayoría de los yucatecos, una sonrisa que no responde a las preguntas y reproches silenciosas que se ven en las miradas de quienes han perdido un familiar por esa falta de atención médica, o que se han visto perjudicados por el mal desempeño de funcionarios de alguna dependencia o bien, son sonrisas que no podrían enfrentarse a la realidad de las familias que enfrentaron los despidos en esta Administración.
Y aún queda mucho en contraste con esas sonrisas y eventos faraónicos realizados en esta Administración; tenemos problemas en las políticas de salud pública; la bola cantada del colapso de las pensiones de los burócratas estatales al estar descapitalizado el Isstey.
Con este panorama, habría que preguntarse cuáles son los motivos de esas sonrisas y de tantas poses para la foto. Quizá sea como la sonrisa de la Gioconda, que guarda un misterio de siglos, sólo que en este caso los yucatecos tienen frente a sí un panorama kafkiano y surrealista.
Hasta la próxima…