Columna | Una historia sencilla para alejarse del caos

Por Jhonny Eyder Euán

Hoy todo lo que reflejan mis pasos sobre el pavimento mojado es un sentimiento de ruptura y de descontento porque ni en el Día de Muertos, puedo estar así… sin respirar.

Ando mal porque últimamente los días son un dolor que causa sueño, a todas horas y sin contemplaciones. Ese dolor debilita tus hombros cuando madrugas y subes al transporte y no hay asiento para ti, o cuando ya tienes una ampolla en el talón por tanto caminar de ida y vuelta por toda la calle 60.

Estoy descompuesto porque llevo incontable tiempo con un libro de Leila Guerriero que tanto anhelo leer pero que nunca puedo, porque cuando lo intento, terminó dormido en la silla con el cuerpo casi doblado. Esto es lo que más me revienta, porque si algo me mantiene estable es leer, y ahora no tengo más que pasajes esporádicos de sueños que no duran ni una hora. Me saca de quicio que mis ojos se cierren y el libro se quede magullado en el fallido intento de una sesión de tranquilidad.

La verdad es que he caído en pantano. La suerte no me sonríe, sólo me mira con ojos envenenados y, además, me siento fuera de lugar cuando la palabra es sustituida sin temor por una imagen.

Me refiero cuando queremos hablar, pero somos ignorados, cuando ya no vemos a los ojos al dialogar o cuando el ansia de revisar lo que ocurre en las redes sociales domina a las personas. También me refiero al momento de aceptar que lo que tanto queremos no sucede: un nuevo trabajo, una boda, tener hijos, salir de pobres, comprar un auto, ganar un premio, o como dicen en muchos cuentos y novelas, ser feliz.

Pese a todo lo malo, sigo creyendo que los libros te levantan. Sé que dicen la verdad y son más honestos que cualquier dicho a medias en Twitter o Facebook. Ellos también suelen tener caras bonitas como muchas mujeres, pero su valor está en su interior. La verdadera riqueza de su espíritu yace en sus páginas que me ven como el médico al paciente cuando lo único que quiero es arrojarme a un panteón.

Hoy estoy como sin marcha, y si miro a mi alrededor veo falsedades, injusticias, periódicos con tinta roja o revistas sin corazón. Veo más gente que, sin explicaciones, se esfuma de la vida en sus cuartos o baños, y muchos más son obligados a bajarse a punta de pistola. Veo todo ello y no puedo hacer nada, porque tirado en una cama antes de dormir, recuerdo que soy uno más. Soy un simple sujeto cualquiera que se harta de todo y que todas las noches intenta alejarse un poco del caos con una historia sencilla de Leila Guerriero.

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