Protección para el pensamiento humano

Nada era tuyo, a excepción de unos pocos centímetros cúbicos dentro de tu cráneo”. Esta frase se encuentra en la novela “1984” (publicada por primera vez en 1949), del británico George Orwell. Una distopía que sentó las bases del “Gran Hermano”, y que nos mostraba una situación política y social en la que había una hipervigilancia.

Éxito de ventas, se la considera uno de los libros más influyentes del Siglo XX y ha dado lugar a un concepto, el de “sociedad orwelliana” que ahora, en plena era digital, cobra fuerza ante el poder de las redes sociales y la recabación de datos e información.

Un poder que hoy parece ir más allá, hacia un futuro donde la lectura cerebral sea posible y ante ello, los expertos empiezan a hablar de términos como “neuroderechos” y “neurocapitalismo”.

MENTES BIODIGITALES

“Existe una vasta red de datos a la que mi “cibercerebro” puede acceder. Todo eso es lo que me constituye, dando origen a una conciencia que puedo llamar ‘yo’”.

Esta reflexión pertenece a la teniente Motoko Kusanagi, protagonista de la saga “Ghost in the Shell”, en el filme homónimo de 1995, que nos traslada a un mundo en el que los implantes cibernéticos en humanos, incluidos los cuerpos sintéticos y los “cibercerebros”, son una realidad.

Una realidad dentro de esa ficción que, de repente, no parece tan lejana porque, ¿han oído hablar de las siglas BCI? En inglés, “Brain Computer Interfaces”; en español “Interfaces Cerebro-Computadoras”.

Son las siglas que se refieren a todos esos proyectos que buscan conectar los cerebros humanos a las computadoras. Y varias compañías están trabajando en ellos.

“Para que lo sepan: un mono ha sido capaz de controlar una computadora con su cerebro”, dijo Elon Musk este verano durante la presentación de Neuralink, la ambiciosa empresa en la que el magnate ha invertido 100 millones de dólares y que busca ser capaz de conectar las mentes humanas a internet.

¿Cómo? A través de “cordones neuronales” mediante los que conectar áreas de nuestro cerebro con el exterior.

Una especie de “hilos flexibles” que nos permitirán controlar el “smartphone” o la computadora con nuestros pensamientos. Y, según informa la compañía estadounidense de medios digitales, Vox Media, Musk quiere probar su proyecto en humanos a finales del año que viene.

En la misma línea, Facebook tiene también un proyecto que busca leer los pensamientos de los usuarios. La compañía Marck Zuckerberg, en colaboración con la Universidad de California, cerca de San Francisco, trabajan en un algoritmo capaz de transformar en palabras la actividad cerebral humana.

La diferencia con el proyecto de Musk, según la información que Facebook publica en su plataforma de información digital, Tech, es que lo que busca crear la compañía de Zuckerberg “es un dispositivo totalmente no invasivo y portátil, que permita a las personas escribir simplemente al imaginarse que hablan”.

Pero Zuckerberg y Musk no son los únicos que están trabajando en proyectos capaces de acceder a nuestros pensamientos y conectar nuestra mente a las máquinas. Según la compañía estadounidense de medios digitales con sede en Washington, Vox Media, otras empresas como Kernel, Neurosky o Emotiv también buscan desarrollar sus propios BCI’s.

CAPITALISMO

CEREBRAL

“Su cerebro, la última frontera de privacidad, puede que no vaya a ser privado durante mucho más tiempo”, reflexiona la escritora Sigal Samuel, de Vox Media.

Y es que estas neurotecnologías, según ella, “pueden interferir con derechos tan básicos que ni siquiera pensamos en ellos como nuestra capacidad de determinar dónde terminan nuestros seres y dónde comienzan las máquinas”.

Marcelo Ienca, investigador de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, fue entrevistado por Sigal Samuel y afirmó estar “muy preocupado por la comercialización de datos cerebrales en el mercado de consumo”.

Según él, “ya tenemos ‘neurotecnología de consumo’, con personas que intercambian sus datos cerebrales por servicios de compañías privadas”, a través de dispositivos que monitorean actividades como el sueño, o videojuegos que usan nuestra actividad cerebral.

“Me veo tentado a llamarlo ‘neurocapitalismo’”, dijo el experto, y advirtió que “los datos en el cerebro son nuestro último refugio de la privacidad. Cuando eso se va, todo se va. Y, una vez que esos datos se recopilen a gran escala, será muy difícil revertir el proceso”.

Además, las empresas que están trabajando en todo esto son privadas, por lo que para Ienca “estaríamos ante un escenario en el que, básicamente, una empresa posee nuestro sentido de la identidad”.

Según este investigador, “corremos el riesgo de que estas tecnologías solo sean accesibles por ciertos estratos económicos, lo que exacerbaría las desigualdades sociales preexistentes”.

Por ello, él cree que “el estado tendría que desempeñar un papel activo y garantizar que estas tecnologías lleguen únicamente a las personas adecuadas”.

DERECHOS DEL PENSAMIENTO

Mientras que en Europa se espera que se regulen las actividades tecnológico-cerebrales, en Chile, gracias al neurocientífico el español Rafael Yuste, van a ser presentados al parlamento dos proyectos de ley que buscan convertir la protección de datos cerebrales en un derecho humano.

Yuste empieza a hablar de “neuroderechos”, como explicaba en una entrevista con el diario digital argentino Infobae: “queremos proteger a la humanidad de estos avances directos, para que no se cometan violaciones a derechos o actos ilegales al manipular un cerebro”.

“Por ello propusimos añadir 5 nuevos derechos humanos sobre la Declaración Universal de DDHH de las Naciones Unidas”, afirmaba el experto.

Estos cinco derechos, de acuerdo con la información de Infobae serían los siguientes:

– Derecho a la privacidad mental. Por el que nadie puede sacar nuestra actividad neuronal de nuestro cerebro sin nuestro permiso.

– Derecho a la identidad personal.

– Derecho al libre albedrío. Ante el riesgo de que la computadora o un “hacker” invasivo tome las decisiones por nosotros.

– Derecho al aumento de la neurocognición. Para que el acceso a estas tecnologías sea equitativo.

– Derecho a la protección de sesgos.

“Quiero una garantía de que aún puedo ser yo misma”, exigía Motoko Kusanagi en “Ghost in the Shell”. Tal vez, a nosotros, los “neuroderechos” puedan darnos parte de esa garantía.

Por el momento, recuerden: esos centímetros cúbicos que encierran nuestra mente son identitariamente de cada uno de ustedes.

Texto y fotos: EFE

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