Por: Marcial Méndez
En la CDMX, un joven mató a su amigo de un disparo. La noticia de la que me he enterado de esto presenta la información de una manera que me parece satisfactoria. El cuerpo de la nota abre dando una opinión de pinta editorial: “Tener armas en casa representa una gran responsabilidad, y también se convierte en un riesgo si no se hace un uso adecuado de la misma”, una introducción que ya da indicios del carácter accidental que parece tener el acontecimiento: un adolescente, mientras pasa el rato con un amigo, decide mostrarle a este un arma de fuego que tienen guardada en su casa; la apunta hacia aquel y, sin sospechar que sucedería lo peor, la acciona y resulta que está cargada.
A pesar de que lo sucedido es otro de esos casos ejemplares de por qué hay que tener extremo cuidado cuando se tienen tanto niños como armas de fuego en la casa, y de que el enfoque del periódico claramente toma lo anterior como el punto central de la nota, su titular toma otra dirección: “Adolescente le dispara en la cara a su amigo; jugaban videojuegos en la CDMX”.
El extraño título fue la razón por la que leí el texto en primer lugar, pues daba la impresión de ser otra de esas notas que le achacan la responsabilidad de la violencia a los videojuegos. El que no lo haya sido fue una sorpresa, aunque el titular me siguió dando mala espina: incluso si el texto desarrollaba otra cosa, el anzuelo de la noticia seguía buscando como entablar una relación entre violencia y juegos de video. El subtítulo del escrito, a su vez, daba la impresión de que lo acontecido sería alguna especie de disputa “gamer”: “Un festejo […] terminó en tragedia cuando un adolescente disparó contra su amigo de la infancia cuando jugaban videojuegos”.
Sí, los jóvenes se encontraban jugando videojuegos antes del incidente, así como también pudieron haber estado jugando canicas, Monopoly o cualquier otra cosa que probablemente no hubiera llegado al titular. Como bien deja en claro el desarrollo de la nota, lo importante era que había una pistola en casa y que uno de los jóvenes la accionó mientras se la mostraba al otro.
Tal vez parezca poca cosa, pero los titulares pesan, y son titulares como el antedicho los que perpetúan las concepciones erróneas sobre el origen de la violencia. En cualquier caso, nosotros lectores debemos estar al tanto de estos vicios mediáticos y distinguir entre lo fundamental, lo insignificante y lo engañoso de las noticias que nos llegan. Como siempre, la capacidad crítica es imprescindible.