Don Raúl Rosado Espínola, un apasionado por la historia de la aviación en Yucatán

Durante su paso por el radar del Aeropuerto Internacional de Mérida, don Raúl Rosado Espínola acopió un cúmulo de información, tanto en forma gráfica como en texto, sobre la historia de la Aviación en Yucatán.

A más de diez años de su fallecimiento, rendimos a través de las páginas de Peninsular Punto Medio un modesto homenaje a este caballero que dedicó muchos años de su vida a documentar con laboriosidad y pasión el abundante pasado de la aeronáutica local, en la que se destaca que el primer vuelo en Mérida ocurrió el 19 de febrero de 1911 en el Paseo Montejo.

PRIMER VUELO REGISTRADO

Esta hazaña se logró con un biplano, cuyo audaz piloto fue el farmacéutico Gustavo Castaldi Beltrán, quien junto con el doctor Francisco Montalvo Castro realizaron el diseño.

La aventura terminó cuando al avión le faltó nivelación y cayó, resultando una de las alas del aparato destruida.

Fue gracias al general Salvador Alvarado, quien comenzó su campaña en Yucatán con la llegada de una flotilla de aviones monomotores comprados en New York, que por primera vez un aeroplano surcó el cielo meridiano, citó don Raúl en su obra “La Aviación en las Playas de Yucatán 1912 – 1934”.

EL LOCO DEL AIRE

En sus escritos, don Raúl, quien fue funcionario de la Compañía Mexicana de Aviación, también nos recuerda que Delio Alonzo construyó un avión con planos de la Fábrica Lincoln de Nebraska con el que logró sobrevolar en los terrenos de El Fénix, por el actual rumbo de la T-1 y también las temerarias proezas de Alonso Garibaldi Baqueiro, “El loco del aire”, que practicaba su “Paseo de la Muerte”, pasando de una ala a otra en pleno vuelo, quien también se atrevió a cruzar la ciudad con solo un litro de combustible.

Como Hombre Mosca, Garibaldi Baqueiro, escaló el (Cine) Rialto, además del Gran Hotel de La Habana, y luego en 1934 lo hizo en la Catedral. El 7 de septiembre de 1935 falleció al probar un avión que se usaría al día siguiente en una exhibición.

En su faceta de padre de familia, Don Raúl fue ejemplar y su hijo, Raúl Antonio Rosado Barrera, escribió varias anécdotas entre las que recuerda que su papá era amigo de Pedro Infante y que en varias ocasiones pasaba por él para llevarlo al aeropuerto en camioneta de la empresa aeronáutica para la que trabajaba y todo el trayecto era una fiesta.

“En ocasiones se ponían a platicar, mi padre desde su escritorio y Pedro, desde la ventana que daba a la pista del aeropuerto antiguo. De hecho, un pedazo del ala del avión en el que Pedro Infante perdió la vida, me salvó la vida a mí, porque el día en el que ocurrió el accidente, mi padre y otros compañeros de trabajo atravesaron la pista y los terrenos del aeropuerto para llegar al lugar del siniestro. Allí rescató un pedazo del ala que vendería unos años después para comprar las medicinas que requería para sacarme de una enfermedad que estuvo a punto de mandarme al otro mundo”, puntualizó.

Texto: Manuel Pool Moguel

Fotos: Cortesía

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