Por: Carol Santana Franco
No hay palabras que describan lo dolorosa que ha sido esta semana. Los casos de Ingrid Escamilla y la pequeña Fátima, de 7 años, han inundado las redes sociales y las calles de indignación y furia.
Y más cuando escuchamos las supuestas respuestas que el gobierno tiene para frenar la violencia contra las mujeres. Un decálogo que en vez de proponer hace declaraciones un poco obvias y hasta condescendientes, una burla a todas las mujeres exigiendo justicia para sus hermanas, amigas, hijas, madres o cualquier mujer que se ha convertido en una cifra más.
Durante el último año, si hay algo que ha quedado claro para las mujeres es que el gobierno es incapaz de entender la gravedad de las casi 11 mujeres asesinadas a diario.
La falta de empatía y de protocolos de atención ha dejado en claro que las mujeres no son prioridad para la Cuarta Transformación, sobre todo cuando las respuestas y soluciones son el resultado de la improvisación.
Lo peor del decálogo del presidente fue que en vez de re-pensar sus propuestas, su gobierno decidió compartirlo mediante funcionarios en redes sociales, demostrando que a pesar de ser uno de los gobiernos con mayor paridad, la perspectiva de género y la empatía hacia las mujeres es nula.
Días después de las marchas por el caso de Ingrid Escamilla, la noticia de la desaparición de Fátima y su feminicidio nos golpea aún más fuerte.
Cómo podemos asegurarle a las niñas de México una vida libre de violencia cuando los espacios seguros ya no existen. Sin importar en donde se encuentren: escuelas, casas, la calle, iglesias, parece que la violencia contra las mujeres y las niñas logra colarse en cada espacio posible.
Los casos brutales de Fátima e Ingrid no serán los últimos y esto es lo que más nos parte el corazón. Ser mujer en México es un acto valiente y peligroso, uno que ninguna mujer está cien por ciento preparada para vivir.
¿Cuántas mujeres salen con cuchillos y navajas a la calle? ¿Cuántas mujeres expertas en autodefensa no se quedan paralizadas ante una agresión? ¿Cuántas madres no viven con la culpa de que si hubieran hecho “x” o “y” pudieron haber salvado a sus hijas?
No bastan 11 mujeres muertas, torturadas y violadas a diario para considerar la violencia contra las mujeres como una epidemia. ¿Hasta qué número vamos a tener que llegar para ser una prioridad para México?
Los protocolos y medidas existen, pero la garantía de que se van a respetar y nos van a hacer justicia es inexistente para todas.