Los estragos que está causando la pandemia del coronavirus a toda la humanidad, y en particular a las clases trabajadoras, son terribles porque además de atentar directamente contra la salud y la vida misma de todos los seres humanos, ha ocasionado que la situación económica se agrave, la actividad productiva se detenga y que miles de trabajadores se vean separados de sus empleos. Todo esto ha ocasionado que millones de familias trabajadoras no puedan resolver sus necesidades mínimas de alimentación y mucho menos de salud.
En nuestro país, las autoridades federales responsables de prevenir y atender la enfermedad, actuaron con negligencia y no hicieron el mínimo esfuerzo por actuar con la prontitud y seriedad que el caso requería: una verdadera tragedia. Todos los mexicanos fuimos testigos de como el mismísimo presidente de la república no solamente no hizo nada, sino que gustó de hacer comedia y mofa de la situación, llamando a la gente a hacer su vida normal y a no preocuparse por la enfermedad; ahora, cuando los acontecimientos lo han rebasado, se lamenta y echa culpas sobre espaldas ajenas. Sin embargo, es obligación de todos aquellos que observamos cómo la situación del pueblo trabajador va empeorando, elevar nuestra voz —aunque parezca un llamado a sordos— junto a la de millones de mexicanos preocupados por la sobrevivencia de todos.
En Yucatán, las cosas no son distintas al resto del país; se enfrenta un difícil panorama por la situación social preexistente a la pandemia. Recientemente el Consejo Nacional de Evaluacion de la Politica de Desarrollo Social (Coneval) señaló que, pese a los avances en la disminución de la pobreza, el estado aún enfrenta carencias en materia de seguridad social, empleos bien remunerados, así como en calidad y espacios de la vivienda: un millón 221 mil yucatecos, 55.3 por ciento de la población total, carece de seguridad social y casi 40 por ciento de los mismos carece de los servicios básicos en la vivienda: electricidad, agua potable y sistema de drenaje; tampoco dispone de estufas ni chimeneas y aun se ve obligado a utilizar leña o carbón. En alimentación la cosa tampoco cambia, se dice que más de 428 mil yucatecos —casi el 20 por ciento de la población— no consumen frutas ni verduras por lo que padecen un deficiente cuadro nutricional, similar al promedio nacional. Los salarios, como es harto sabido, son bajos con respecto a los otorgados en la mayoría de los estados del país.
A este panorama ya de por sí complicado, se suma ahora el Covid-19. Si bien es cierto que el gobierno estatal reaccionó poco más temprano que el federal, eso no significa que la situación en la entidad sea halagüeña. La prensa local ha dado puntual seguimiento de la gran cantidad de ciudadanos yucatecos que han acudido a las instancias de gobierno estatal y municipal a solicitar apoyo alimentario ante el desempleo, puesto que la mayoría de los trabajadores fueron suspendidos de sus centros laborales sin que poder gubernamental, mucho menos el gobierno federal, impida que los patrones no despidan a sus trabajadores y paguen el salario completo a estos.
No hay día que pase en el que al palacio del Gobierno Estatal no acuda gente humilde a buscar atención y ayuda; pero se encuentran solamente con un importante grupo de policías que resguardan el edificio y una mesa improvisada de recepción de solicitudes, nada más, nadie que auxilie y resuelva esta situación que cada día se complica más.
Pudieran aducir que el pasado cuatro de abril el Gobierno del Estado anunció un Plan Estatal para Impulsar la Economía, los Empleos y la Salud de los yucatecos, apoyos destinados a la población en general que vio afectados sus ingresos por el coronavirus. Esfuerzo importante, pero totalmente insuficiente, pues no habían transcurrido ni 24 horas del anuncio cuando la plataforma de internet donde la gente debía solicitar su seguro de desempleo se cerró, después de que se agotara el recurso disponible para el apoyo. Así, quedaron en el total desamparo quienes se enteraron a destiempo del programa, o no tienen una computadora e internet en su vivienda.
Ahora se anuncian nuevas medidas para enfrentar el aislamiento, entre otras, entrega de una despensa quincenal “casa por casa”; sin embargo, es necesario que las autoridades consideren que debido al hacinamiento y falta de vivienda que padecen miles de familias yucatecas, en una casa, viven dos o más familias, por lo que la entrega de despensa debe de ser por familia y no “casa por casa” como se pretende hacer.
Preocupados por esta situación, los antorchistas hemos acudido a solicitar apoyo alimentario para nuestros compañeros, pero también para todas aquellas familias que lo necesitan, familias humildes que viven al día, que se autoemplean, para aquellos que fueron despedidos de su trabajo y quienes no están recibiendo completo su salario.
La pandemia está haciendo estragos en todo el país. Deben dejarse atrás los discursos y aspavientos que se aferran a la construcción de obras faraónicas como la Refinería Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya.
El llamado “quédate en casa” está bien, es correcto, pudiéramos decir que es casi la única medida al alcance de las grandes mayorías para no contagiarse de la enfermedad, pero para que eso sea posible, es necesario que el gobierno federal que “encabeza” Andrés Manuel López Obrador, deje de lado la indolencia, e implemente con urgencia un programa nacional alimentario dirigido a la población sin ingresos fijos y que tampoco recibe ninguna ayuda del gobierno. Y esto debe hacerse sin distingos, pues si así no se hiciere, el país seguirá caminando rumbo a un inminente estallido social que nadie desea. Bertolt Brecht, dramaturgo y poeta alemán, decía en uno de sus poemas breves que “Hay muchas maneras de matar./Pueden meterte un cuchillo en el vientre./Quitarte el pan. /No curarte de una enfermedad. /Meterte en una mala vivienda. /Empujarte al suicidio. /Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo. /llevarte a la guerra, etc…/ Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado. Los gobiernos en turno no debieran hacerse reos de estos delitos; no curar o negar el pan a los ciudadanos que lo necesitan, equivale a matarlos.
Llamamos a todos los mexicanos a unirse y exigir atención, es necesario hacerse oír. Los antorchistas estaremos a su lado tendiendo nuestra mano fraterna, no nos importan los gritos desaforados, ni los insultos de quienes nos acusan de aprovecharnos de la situación; quienes nos conocen, saben que nuestra hermandad es permanente con los humildes y hoy, no será la excepción.
Texto: Aleida Ramírez Huerta, dirigente estatal del Movimiento Antorchista Nacional