“Tu hija está muy joven para estar orinando arsénico”, le dijo un médico a Claudia González, ejidataria de San Juan de Los Planes, un poblado a media hora de La Paz, Baja California Sur. Era 2012, Fernanda Ibarra González, su hija, tenía 15 años y un análisis reportó 10.43 microgramos de arsénico por litro en su orina. Casi el doble de lo considerado a nivel internacional como un nivel de riesgo de arsénico en el cuerpo.
Investigadores habían analizado la orina de 275 personas en esa región. “Leonarda tenía 301 microgramos por litro”, dijo en entrevista Claudia González acerca de una vecina; “Efrén, su hijo, 165”, leyó de una lista inconcebible que le entregaron los académicos y de la que aún conserva fotografías. Habían estado bebiendo agua con arsénico.
Madre e hijo superaban 47 veces, ella, y 26, él, el límite reconocido por comités científicos internacionales como el riesgo de ingesta tolerable para la salud. —Nos quedó claro por qué se habían muerto de cáncer muchos familiares y por qué otros están enfermos de cáncer —dijo Juan Ángel Trasviña, especialista en contaminación ambiental. La población jamás ha recibido algún aviso de autoridades locales sobre los niveles de arsénico en el suministro de agua, dice González.
Texto y foto: Agencias