El duelo como camino a la aceptación

René Emir Buenfil Viera 
psicrenebuenfil@gmail.com

La muerte de alguien desata en las personas un proceso de duelo, que según la psiquiatra y escritora suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross (1969) tiene cinco fases: negación (no poderlo creer), ira (enojarse consigo mismo[a], con la vida, con las demás personas, con Dios…), negociación (empezar a negociar con uno[a] mismo[a] el comenzar a aceptar algunas pequeñas partes de la ausencia de alguien), depresión (por fin permitirse estar triste, muy triste, y expresarlo abiertamente) hasta llegar a la última fase de la aceptación (enfrentar la realidad, tener la disposición de retomar la vida conviviendo con la pérdida de alguien querido que ya no está).

Las personas que llegan a terapia psicológica por la muerte de un ser querido aprovechan el espacio privado para decir en voz alta muchas de esas ideas sobre el fallecimiento de la persona querida que quizá sólo muy pocas personas cercanas les escucharon decir, y algunas otras que tal vez no se habían atrevido a decirle en voz alta a nadie más antes porque no estaban preparadas, y porque si no digo algo y lo guardo dentro de mí, ¿Quizá no es tan real?

Procesar, digerir y entender el dolor guardado al expresarlo con palabras es parte del camino hacia la aceptación, puede ser que primero haya que contemplar el camino antes de andarlo, tomar fuerzas incluso, sobre todo cuando las demás personas ya se fueron a seguir con sus vidas y tú nomás no puedes, te sientes estancado(a) o hasta perdido(a).

¿Se puede hacer algo en terapia para no sufrir tanto la ausencia? A mí me gusta respetar los ritmos y los tiempos de las personas, más que apresurarlas a que cambien de etapa, además que cada duelo es diferente, depende de cómo muere la persona y muchas veces no sabemos cómo vamos a reaccionar ante la muerte hasta que llega, por más que nos preparemos o sea sorpresiva su llegada.

Lo que sí podemos hacer en terapia es abrir posibilidades, visualizar cómo se verían las siguientes etapas de la vida de las personas, dónde acomodar la ausencia, diseñar futuros en los que nuestras vidas sean homenaje a quienes ya no están, hacer las paces incluso si es necesario, deshacerse de las culpas si es algo que se lleva arrastrando, y reconocer quiénes son ahora, las ausencias nos transforman, pero vamos a seguir cambiando, es la esencia de la vida.

Podemos tener miedo a olvidar a la persona, o hacer todo lo posible por no sentir dolor evadiendo la realidad, y al darnos permiso para conectarnos con nuestras emociones es cuando nos humanizamos de nuevo y volvemos a fluir, a aprender lo que tenemos que aprender, a soltar el dolor o dejar de luchar por no sentirlo y aceptarlo como algo que ahí va a estar y tenemos que aprender a convivir con él, sin necesidad de cubrir o tapar las ausencias, ahí van a estar, no hay necesidad de pretender lo contrario.

Aceptar la vida después de la muerte de una persona amada es permitir que nuestro amor trascienda, y seguir teniendo presente a esa persona a lo largo de la vida.