La violencia en México no es de ahora, pero es hoy cuando las acciones preventivas deben empezar a rendir frutos, pues cualquier evento siempre será magnificado por los políticos para sacar raja política.
Y eso sucede en todos los niveles, y con todos los partidos políticos, y el último ejemplo fue el asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, junto con un guía de turista, que fue el pretexto perfecto para la nueva andanada de ataques contra el Gobierno federal.
La culpa, por supuesto, se le endilga de buenas a primera a la administración federal del presidente Andrés Manuel López Obrador, por la estrategia de “abrazos, no balazos”, que implementó con la llegada al poder, con la intención de dar revés al panorama de violencia que se vive en México desde hace dos sexenios.
Vimos por todos lados manifestaciones desde la oposición en contra del Presidente y su partido, de que son cómplices de los grupos criminales, declaraciones que son muy temerarias y hasta sacadas de contexto.
Ayer mismo, en el Senado de la República, en una sesión de la Comisión Permanente, que incluye a diputados federales y senadores de todos los partidos políticos, se escucharon voces de panistas, priistas y perredistas que expresaron su sentir en contra de la administración federal.
La presión no creemos que esté mal, de hecho, gracias a ello ayer mismo se conoció el nombre de la persona que perpetró los hechos y los habitantes de Cerocahui, Chihuahua, saben que las autoridades locales, estatales y federales, ya andan tras esa persona, si es que se le puede llamar de esa manera.
Por ello, las presiones a las autoridades no lo vemos mal, lo que está muy mal es aprovechar para sacar raja política y en las últimas horas lo vimos por todos lados.