Esta especie almacena enorme cantidades de carbono durante su larga vida, y cuando mueren se hunden al fondo del océano, extrayendo CO2 de la atmósfera durante siglos o incluso milenios
En abril de 1975, un grupo ecologista poco conocido llamado Greenpeace lanzó la primera campaña mundial contra la caza de ballenas desde los muelles de Vancouver, Canadá.
Esta iniciativa se convertiría en el punto de partida que desencadenaría un movimiento mundial para salvar ballenas, que transformaría la opinión mundial y conduciría a la decisión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 1982 de implementar una moratoria a la caza comercial de ballenas. Como resultado, la caza comercial de ballenas está prohibida desde 1986.
Esta acción de conservación sin precedentes ha llevado a una recuperación en el número de ballenas. A mediados de la década de 1950 había solo 450 ballenas jorobadas en el suroeste del Atlántico (en comparación con alrededor de 27 mil en la década de 1830). Actualmente, estos cetáceos se han recuperado al 93 por ciento de su población previa a la explotación. De hecho, se estima que la mayoría de las poblaciones de ballenas jorobadas se han recuperado casi por completo.
Consumidores de carbono
El papel que desempeñan en el secuestro de carbono subraya la importancia de proteger a las ballenas, tanto desde la perspectiva de la biodiversidad como de la acción climática.
Las ballenas almacenan enormes cantidades de carbono durante su larga vida. Las ballenas azules almacenan hasta 63 toneladas de CO2 y las ballenas minke almacenan 2.2 toneladas de CO2 por animal (una tonelada de carbono equivale a 3.67 toneladas de CO2).
Cuando las ballenas mueren, en la mayoría de los casos, se hunden en el fondo del océano, extrayendo carbono de la atmósfera durante siglos o incluso milenios. La organización benéfica mundial, Whale and Dolphin Conservation, se dedica a proteger a las ballenas y los delfines en todo el mundo.
“Trabajamos en todo el mundo, haciendo campañas y asesorando a los gobiernos, llevando a cabo proyectos de conservación, educación y actividades de participación”, dijo Ed Goodall, director de la organización Green Whales.
Según Goodall, las ballenas y los delfines “desempeñan un papel importante en la capacidad del océano para fijar, almacenar y secuestrar carbono. Son una parte importante de la compleja red de vida marina que convierte al océano en el sumidero de carbono más grande del planeta, moviendo vitales nutrientes que estimulan el crecimiento del fitoplancton”. Goodall, por lo tanto, considera que las ballenas y los delfines son “aliados de la acción climática”.
“Además de que las ballenas son excelentes sumideros de carbono, incluso cuando mueren, continúan manteniéndolo atrapado”, agregó.
Dondequiera que haya ballenas, el animal vivo más grande de la Tierra, también hay poblaciones de algunos de los organismos más pequeños: el fitoplancton. Estas criaturas microscópicas no solo aportaron al menos el 50% de todo el oxígeno de nuestra atmósfera, sino que lo hicieron al capturar unos 37 mil millones de toneladas de CO2, el 40% de todo el CO2 producido.
Texto y foto: Agencias