Protección Civil, salvaguarda de todos

A raíz del desastre ocasionado por los terremotos del mes de septiembre de 1985, se resaltó la necesidad de contar con un instrumento que permitiera integrar y coordinar la respuesta de todos los sectores sociales en caso de presentarse nuevos eventos de ese tipo. Es así como surgió el Sistema Nacional de Protección Civil en México.

Este lunes se conmemora el Día Nacional de Protección Civil y es importante tener en cuenta el tema, no solamente en temporada de huracanes, ya que la labor de la Unidad de Protección Civil va más allá, e incluye visitas a empresas y espacios en los que se realizan eventos multitudinarios y en los que un descuido puede ocasionar una tragedia.

Y aunque fue a partir de las consecuencias de los sismos de los días 19 y 20 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, que se estableció y desarrolló la política de protección civil en nuestro país, con la creación del Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), parece ser que los antecedentes más remotos datan del siglo XVIII.

Al respecto, el Dr. Mario Garza Salinas, en su obra “Breve Historia de la Protección Civil en México”, hace referencia a la época de los “serenos” en la Nueva España, que eran los responsables de mantener la serenidad y custodiar el orden por las noches y hasta las seis de la mañana, pero también tenían la función de “apaga fuegos” en caso de siniestros, además de “dar la alarma” con su silbato a la población cuando ésta dormía, en caso de presentarse una calamidad. 

Los antecedentes del Consejo Nacional de Protección Civil, relata Garza Salinas, se remontan a las lluvias registradas entre el 10 y 28 de junio de 1888, que impactaron a las poblaciones de Acapulco, Fresnillo, Salinas Victoria, Zumpango, Lagos, Istmo de Tehuantepec, Apatzingán, Querétaro, Huamantla, León y la misma Ciudad de México. La Cámara de Diputados decreta la instalación de una junta Directiva de Socorros y el 30 de ese mismo mes se denomina y queda formalmente constituida la “Junta General de Socorros” que a partir de esa fecha sirvió para atender todo lo relativo a casos de desastre. 

Las crónicas de la época revelan que la respuesta social fue de gran solidaridad hacia la población afectada: se coordinó inmediatamente para recolectar fondos y enviar ayuda a los damnificados, mientras que el gobierno giró instrucciones para que el primer Batallón de Zapadores de Guanajuato participara en las tareas de auxilio y salvamento, lo que probablemente sea el precedente del Plan DN III-E, que se formalizó hasta 1966 como consecuencia del desbordamiento del Río Pánuco que provocó grandes daños en los estados de Veracruz y Tamaulipas.

Dicho plan, a cargo de elementos del ejército, contempla la fase de prevención que consiste en planear la coordinación, ubicación e identificación de instalaciones y zonas de riesgo, supervisión en el uso de explosivos, monitoreo de los fenómenos hidrometeorológicos e implementación de medidas para disminuir los riesgos. La fase de recuperación consiste en determinar la situación, proporcionar apoyo con recursos para la recuperación, remoción de escombros y separación de vías de comunicación y servicios públicos afectados.

Garza Salinas comenta que un dato poco conocido, pero muy significativo para enriquecer los estudios históricos de la Protección Civil en nuestro país, es aquel que con motivo de la declaración de guerra que hace México contra las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia), el 13 de agosto de 1942:

En ese entonces, el Gobierno federal publicó en el Diario Oficial el Decreto que instituye en la República el servicio de protección en la población civil contra agresiones aéreas. El Decreto consta de 27 artículos y tres transitorios, para proteger a la población en caso de presentarse una emergencia bélica.

La Protección Civil, como organización, nació el 12 de agosto de 1949 en el protocolo 2 adicional al Tratado de Ginebra “Protección a las víctimas de los conflictos armados internacionales, como una de las disposiciones básicas para facilitar el trabajo a la Cruz Roja”.

Dentro de este esquema se entiende por protección civil el cumplimiento de algunas o de todas las tareas humanitarias destinadas a proteger a la población contra los peligros de las hostilidades y de las catástrofes, así como la de ayudarlas a recuperarse de sus efectos inmediatos y facilitar las condiciones necesarias para su supervivencia, dando origen a lo que hoy en día conocemos como protección civil, cuyo objetivo es, en tiempo de guerra como de paz, proteger a la población de diversas formas en emergencias o desastres.

También en el Protocolo 1 de la Convención de Ginebra se establece el uso de un logotipo que sería el Símbolo Internacional de Protección Civil, el cual consiste en un triángulo equilátero sobre un fondo color naranja, con uno de los ángulos del triángulo hacia arriba, verticalmente. Ninguno de los tres ángulos tiene contacto con el borde del fondo naranja (Convención de Ginebra, Art.15, 1949). Este se utiliza para la protección de los organismos de protección civil, su personal, sus edificios, su material o para la protección de refugios civiles (Convención de Ginebra, Art. 66, Ap. IV, 1949).

Cada elemento del símbolo tiene un significado. El triángulo azul significa prevención y cada ángulo de ese triangulo representa a quienes intervienen en una emergencia o desastre: Gobierno, Grupos Voluntarios y Población. Este color representa el Antes de un desastre (Convención de Ginebra, Art 15, 1949). El color naranja, señala el mantenerse alerta ante una emergencia y por ser un color muy llamativo, permite distinguir al personal de protección civil durante el auxilio ante una situación de emergencia Este color representa el durante. El color amarillo (al final fue desechado), indica una señal preventiva, pero en realidad indica una señal de alerta sobre un peligro inminente. Este color representa el “después”.

Como respuesta a la necesidad de contar con un sistema integral, el 6 de mayo de 1986 en el Diario Oficial de la Federación se publicó el documento “Bases para el Establecimiento del Sistema Nacional de Protección Civil”, que afirma que el Sistema Nacional de Protección Civil se constituye como un agente regulador y se concibe como un conjunto orgánico y articulado de estructuras, relaciones fundamentales, métodos y procedimientos que establecen las dependencias y entidades del sector público entre sí y con las organizaciones de los diversos grupos sociales y privados, así como con las autoridades de los estados y municipios, a fin de efectuar acciones de común acuerdo destinadas a la protección de los ciudadanos contra los peligros y riesgos que se presentan en la eventualidad de una calamidad y cuyo objetivo principal es proteger a las personas ante la presencia de un desastre provocado por agentes naturales o humanos, a través de acciones que reduzcan la pérdida de vidas humanas, la destrucción de bienes materiales y el daño a la naturaleza, así como la interrupción de las funciones para el desarrollo de la sociedad.

Nuestro país, por su estructura geográfica y morfológica, es susceptible de la presencia de diversos fenómenos perturbadores que han originado una serie de desastres históricos. Resaltan como más significativos los siguientes:

La erupción del volcán Chichonal en Chiapas 1982; la explosión de tanques de almacenamiento de gas en San Juan Ixhuatepec, Estado de México en 1984; los sismos de los días 19 y 20 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México; el paso Huracán Gilberto en 1988; el incendio forestal de Quintana Roo en 1988 que afectó gravemente la ecología, la fauna y medio ambiente; la explosión en la ciudad de Guadalajara, Jalisco en 1992; las afectaciones que dejó el huracán Paulina en las costas de Guerrero y Oaxaca en 1997 y las inundaciones en Tabasco en 1999 y las de 2007 que incluyeron también a Chiapas, además de los sismos ocurridos los días 7 y 19 de septiembre  de 2017 en la Ciudad de México.

En Yucatán, donde afortunadamente no tenemos sismos, el mayor riesgo para población está representado por el paso de los ciclones tropicales, y en este sentido vale la pena recordar que una de las evacuaciones más importantes de la costa, fue la que se decretó durante el gobierno de Luis Torres Mesías en 1966, cuando se acercaba a Yucatán el huracán Inés. El furioso vendaval ocasionó cuantiosos daños y se dice muchos se salvaron de morir, ya que el meteoro tiró muchas casas con sus fuertes ráfagas de viento.

El 14 de septiembre de 1988, el llamado Huracán del Siglo “Gilberto”, de categoría 5, tocó tierra al amanecer cerca de Playa del Carmen; a las 3:30 de la tarde pasó por la zona de Tizimín, y a las siete de la noche salió al Golfo por Telchac. El ojo pasó a 73 kilómetros de la capital yucateca con vientos de hasta 124 kph. Años más tarde, en septiembre 22 de 2002, Yucatán volvió a sentir la fuerza de otro huracán, Isidoro que entró con categoría 3; tardó 36 horas en cruzar el estado y dejó más de 500 mil damnificados, daños en 15 mil casas de 85 municipios.

En la temporada de huracanes de 2020, en plena pandemia, las tormentas tropicales “Amanda”, “Cristóbal”, “Gamma” y los huracanes “Delta” y “Zeta” afectaron directamente a Yucatán, y dejaron millonarias pérdidas materiales y en el campo. Se tuvo que evacuar a miles de personas especialmente en el oriente del estado. Muchas comunidades quedaron incomunicadas, y en algunas el agua llegó a dos metros de altura, por lo que se hizo necesario utilizar embarcaciones de la Marina y de la SSP para llegar con ayuda a la población.

Para la atención de este tipo de emergencias, sesiona el Consejo Estatal de Protección Civil, que está integrado por representantes de dependencias de los tres órdenes de Gobierno, la sociedad civil y la iniciativa privada, mientras que el Atlas de Peligros por Fenómenos Naturales es una herramienta digital de actualización permanente, explicó el titular de Procivy, Enrique Alcocer Basto, quien destacó que Yucatán cuenta con una red de más de mil 200 refugios temporales, 32 de ellos para recibir a habitantes de la costa, en caso de amenaza de ciclón tropical, todos administrados por el Ejecutivo estatal e inspeccionados por un equipo multidisciplinario de especialistas.

“En Yucatán existe una cultura de la prevención permite hacer frente a fenómenos meteorológicos de manera exitosa y evitar desastres de grandes magnitudes”, apuntó.

Sin embargo, la labor de Protección Civil no queda solamente en atención a estos fenómenos, ya que esta instancia tiene a su cargo, por ejemplo, la supervisión de los puestos que utilizan gas butano, al igual que el funcionamiento de los juegos mecánicos durante las fiestas que se llevan a cabo en los municipios, y en eventos masivos también se encargan de supervisar que existan salidas de emergencia y que todo esté bien instalado, incluyendo los tablados que se levantan de manera artesanal para las corridas de toros.

Texto: Manuel Pool Moguel

Fotos: Agencia/ Archivo