Creatividad y calidad son algunos de los atractivos de la empresa La Lupita, que nació del empeño de salir adelante, y que hoy los hijos del fundador agradecen a sus colaboradores y consumidores por su preferencia
Aunque esta historia tiene sus antecedentes en 1970, año en el que Antonio Ortiz Durán comenzó a fabricar condimentos en su domicilio, en la calle 80 por 81, del barrio de San Sebastián, fue hasta hace unos años cuando en medio de una situación compleja, Freddy, el más pequeño de la familia Ortiz Rodríguez, se preguntaba qué debía hacer para salir adelante junto a sus padres.
“Esta historia nace por el hambre y las ganas de salir adelante, comenzamos en situaciones precarias de manera artesanal”, relata Freddy, quien en un molino de la zona, adquirió diez kilos de tortillas que convirtió en tostadas, las empacó en bolsas de polietileno que sellaba con vela, y después salió a venderlas en bicicleta a las tiendas del rumbo.
En entrevistas recientes, Freddy, propietario de una de las empresas más importantes del ramo en todo el sureste, dijo que vio en el mercado una oportunidad en la competencia de aquellos años, principios de los ochentas, que aprovechó ofreciendo productos con frescura y calidad.
Otro de los puntos que favoreció a “La Lupita”, nombre que le puso su padre a la empresa en honor a una de sus hijas, fue la atracción que Freddy tiene por las máquinas, pues cortó un tambor para freir sus tostadas, y para retirarlas también se las ingenio para crear un aditamento con forma de red, que fue de mucha utilidad.
También ha relatado que para sellar las bolsas, después de que quemó muchas resistencias, se le ocurrió utilizar una lata de leche a la que le hizo agujeros en los lados para que no se apagara el carbón y que mantenía calientes las orillas, que necesitaba.
Pasaron alrededor de ocho o diez años, para que con mucho esfuerzo Freddy consiguiera sus primeras dos camionetas, para repartir su producto que ya incluían los charritos y churritos, que a la fecha junto con los chicharrones de cerdo, no pueden faltar en los mejores eventos.
De hecho esta es una de las ideas que tiene muy fija en la cabeza Freddy, que sus productos se van a consumir en momentos muy especiales para la familia, como un cumpleaños, un bautizo, una graduación o una reunión de amigos, por ello, no puede ofrecer más que la mejor calidad.
Ésta filosofía empresarial, la comparte con sus hijos Beatriz y Erick, quienes ocupan importantes puestos en la dirección de este grupo que cuenta con una fábrica de bebidas y una de que ofrece sabrosos buñuelos y orejitas, llamada Doña Aída, en honor a su madre, Aida María Rodríguez Caballero.
A todo esto, Beatriz Ortiz Rouco, quien fue presidenta de la comisión de Jóvenes Coparmex Mérida en el periodo 2021 2022, señaló que es muy hermoso trabajar en familia, pero que para evitar que surjan rupturas por alguna desavenencia en la toma de decisiones en la empresa, es muy recomendable no llevar los problemas de trabajo a casa.
Al respecto Erick comentó que es muy importante conservar la misma filosofía que hizo crecer a la empresa, trabajando en familia y valorar a los colaboradores, que considera como parte de la familia.
“Estoy muy agradecido con Dios, con los colaboradores y los consumidores, mi ilusión es que La Lupita trascienda y que se convierta en una empresa nacional e internacional”, puntualizó Freddy.
Hoy en día, la familia Ortiz está apostando al cuidado del medio ambiente, y recientemente dio a conocer la adquisición de ocho vehículos eléctricos, mientras que ha sido muy reconocida por el uso de paneles solares en su moderna planta ubicada en la carretera a Caucel, que le provee en un 95% de sus requerimientos de energía.
Texto y fotos: Manuel Pool