La tensión reina en Culiacán, luego de la captura de Ovidio Guzmán.
La ficticia vuelta a la vida no llegó a 45 kilómetros de la capital del Estado, en el poblado de Jesús María. Pocos se animan a salir. Una periodista que prefiere no dar su nombre lo hizo el día después de que se desatara la guerra. Ha sido, describe, una de las tareas “más difíciles” que ha tenido que hacer en su carrera. Allí se encontró a un poblado sitiado por las fuerzas armadas, sin comunicación, electricidad ni comida.
Pese al miedo de la gente a salir a la calle, decenas de personas se acercaron a la Fiscalía a denunciar el robo de su auto. Cecilia Machado era una de las afectadas. La mujer, de 29 años, trabajadora del Instituto Mexicano del Seguro Social (Imss), iba a buscar leche para su hija cuando una camioneta se le cruzó y de ella bajaron dos hombres de unos 25 años con rifles en la mano. Le quitaron su vehículo, y la dejaron sin nada. “Me dijo el muchacho: ‘Es parte de mi trabajo”, relata a las puertas de la Fiscalía, “estaba muy nervioso, como que no sabía robar”. Una pareja que estaba en el sitio la recibió en su casa para que no se quedara desprotegida en la calle.
Un hombre, sentado en la acera de la Fiscalía, cuenta que a él le quitaron un camión de su jefe que manejaba por la carretera a Badiraguato, la cuna del padre de Guzmán. “Le queda el temor a uno de que sale a la calle y no sabe qué le va a pasar”, dice sin dar su nombre por miedo. Los rumores de que habrá una venganza mayor no han dejado de circular. “Da miedo, pero hay que pujar en la vida, en la casa no le queda nada a uno”.
Texto y foto: Agencias