René Emir Buenfil Viera
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El amor romántico nos puede llevar a vivir los momentos más maravillosos, pero también los más dolorosos, esto se debe a que no nos deja ver las múltiples posibilidades, es un amor de extremos, de blancos o negros, de me amas o estás a punto de dejarme, es un amor de seguir fórmulas preconcebidas como si fueran recetas de cocina en lugar de jugar, improvisar y curiosear, es ese amor del que te educaron sobre las princesas y los caballeros, sobre ser estereotipo del género.
Cuando no existen los grises, ni los colores, sólo dos caras de la moneda, nuestras posibilidades se limitan porque nadie nos enseñó sobre libertad, sobre límites sanos, sobre consentimiento, sobre el ciclo de la violencia de género, sobre la cultura de la violación, sobre inteligencia emocional y relacional, con tal de cumplir con lo que dicta la sociedad.
Esta obediencia ciega tiene devastadoras consecuencias para las parejas cuando se enfrentan a las realidades donde las personas tienen deseos y necesidades individuales y al no saber cómo expresarlos aprenden a callarlos, cuando muchas personas están confundiendo un juego de poder y de control e imposición con una vida en pareja, cuando nos cuesta pasar del egoísmo a la acción coordinada, por más que digamos que las opiniones de ambas personas importan.
Pero, poco a poco hemos construido la capacidad de encontrarnos en el medio, de construir acuerdos que sean un ganar-ganar, donde dejamos al lado egos y orgullos para dar pie a negociaciones, donde el objetivo sea que el nosotros prevalezca como lo más importante a sostener, donde la relación está en el centro y no los intereses individuales, donde nos acompañamos en el camino conscientes de que la vida no es un cuento de hadas, aunque lo pueda ser por momentos o por instantes, y que las personas cambiamos con el tiempo y esto requiere una capacidad de adaptación, una flexibilidad, imaginación y curiosidad genuina e inagotable por tu pareja, donde nunca dejes de aprender en quién se está convirtiendo tu pareja y tú mismo (a) momento a momento, donde es de sabios (as) cambiar de opinión, y de rumbos, y de posturas.
Dejar atrás el amor romántico y sus mitos nos lleva a ver toda la gama de colores, y eso no nos tiene que confundir o volvernos indecisos (as), porque ya no vemos a la incertidumbre como nuestra peor enemiga ni como algo a evitar sino como algo con lo que aprendemos a vivir, a convivir, aceptar y a fluir.
Las parejas sanas no se preocupan por el perfeccionismo, que no es humano ni alcanzable, y que aunque reconocen los deber ser o el escenario ideal eligen vivir en el mundo real en el que los errores nos permiten aprender, donde sí, las caídas nos pueden hacer más fuertes pero no creemos que son necesarias, ni mucho menos la parte más importante del camino. Renunciar al amor romántico en pareja no significa que no haya romance ni emoción, significa que nos ocupamos más de la autenticidad, de ser sin máscaras, de mostrarnos como somos, amando con pasión, pero sin la venda en los ojos, conscientes de que el amor es una decisión, y no un formato prefabricado al que nos tenemos que adherir.