Deyanira Trinidad Álvarez Villajuana
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Despertar a una promesa poderosa llamada evangelio de Jesucristo, es la máxima esperanza que puede alcanzar un ser humano en su trayecto por esta tierra, pasajera, efímera, como los sueños vanos que se tienen, cuando el respaldo de Dios no está presente. Somos muchas veces como aficionados, en distintas áreas de nuestra vida.
Nos quedamos en el rol de espectadores, mientras todo avanza, y luego preguntamos ¿por qué Dios?, cuando la respuesta es clara: Dios brindó las oportunidades, pero de nosotros dependía reconocerlas como de parte de él y tomarlas. La fe, es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Imagina que estás orando intensamente porque Dios te bendiga al igual que a tu familia, y por qué no, a tu ministerio enfocado en la ayuda a muchos abuelitos cada mes, mismos que se encuentran en situación de pobreza extrema, desamparo y viudez.
Sin embargo, en vez de que lleguen más donantes, empiezas a ver cómo tu cuenta bancaria, posee menos cero pesos mexicanos, así como la tarjeta de crédito, la cual habías acordado contigo misma no utilizar, está al tope, y de hecho con recargos, debido a que tuviste que realizar compras relacionadas con la salud de tu mamá, despensa y artículos básicos, de último minuto, para ti, tu madre y los abuelitos de Adopta a un abuelito. No entiendes qué pasa, pero en vez de reclamarle a Dios, pues él sabe lo que hace, y es seguro que el error no esté en él, sino en ti, y en la no aplicación correcta de algún principio bíblico, o bien, de que ya está cerca el tiempo de la cosecha, pero debes ser paciente, te vuelcas a la oración de agradecimiento en fe y de alabanza al Padre celestial, sin importar lo que ocurra, pues el regalo de la vida eterna por la fe en Jesucristo, te es más que suficiente.
Cuando menos calificados nos sentimos para alguna tarea, y menos posibilidades naturales u objetivas existan para salir adelante, como en el caso de lo económico, es el punto ideal, para ver milagros ocurrir. Pero debe buscarse genuinamente a Dios, no por lo que puede dar, sino por quién él es.
No seamos aficionados de la fe, seamos expertos en practicar la misma. Busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se dará por añadidura. En ocasiones también, estamos tan ocupados con múltiples tareas o actividades, que dejamos en el último lugar, la labor más importante, la que Jesús reconoció en María, cuando Martha se quejó de que la primera no la ayudaba en los quehaceres del hogar ni a servirle al maestro, a lo que Jesús contestó que María estaba realizando lo más valioso: estar en la presencia de Dios, a los pies de nuestro amado.
Es sólo cuando tenemos una comunión íntima con Dios, que puede manifestarse su poder sobre nuestras vidas. Dios siempre oye y responde las oraciones, pero no lo hace de la forma en que las personas esperan, sino conforme a su buena, agradable y perfecta voluntad, que se enraíza en un pleno conocimiento de los planes eternos, y, por ende, supera por mucho nuestra limitada concepción humana. Para estos casos, como para todos los demás, existe un versículo bíblico que nos orienta, siendo en lo personal un versículo rema en mi vida, Romanos 8:28 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.