El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, explicó que Jesús demostró que en ocasiones, cuando se presentan decisiones difíciles, se tiene que priorizar, y cuando le avisan que su amigo Lázaro estaba muy enfermo y no va hasta dos días después, demostró que “primero está el deber y la responsabilidad por encima de los afectos”.
En su homilía, realizada ayer, en la Catedral de San Ildefonso, señaló que las dos lecturas y el salmo preparan muy bien el camino para el pasaje del Santo Evangelio, según San Juan, en donde se narra la resurrección de Lázaro.
Indicó que según dice el texto, Jesús sentía un gran afecto por sus amigos Lázaro, Martha y María, lo cual nos habla de que Jesús tenía un corazón auténticamente humano.
Resaltó que cuando Jesús decide ir a ver a Lázaro, no se detiene ante la amenaza de que lo puedan atacar de nuevo, según le recuerdan los discípulos: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte” (Jn 11, 8). Les anuncia además que Lázaro ha muerto y que él va ahora a “despertarlo”. Nuestra muerte será entrar en un sueño del que Cristo nos despertará. Ese concepto de la muerte se obtiene con la fe madura y total en Jesús.
Explicó que la experiencia de la muerte de un ser querido es muy fuerte. Muchos experimentan la ausencia de Dios, como Cristo en la cruz, quien recitó las palabras del Salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27, 47)”.
Dijo que Martha, la hermana de Lázaro recibe a Jesús con ese reproche, lo cual a Jesús le debe haber dolido en verdad: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” (Jn 11, 21). Más tarde, María le volvería a hacer el mismo reclamo. Sin embargo, el reproche de Martha fue atenuado por su acto de fe al decir: “Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas” (Jn 11, 22). Esto significa una plena confianza en el poder intercesor de Jesús.
Recordó que Jesús le afirma a Martha que su hermano resucitará, aunque ella ya sabe esto y lo cree. Lo que será nuevo y original en la historia de la humanidad, es creer de manera absoluta en Cristo, quien le dice a Martha: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. ¿Crees tú esto?” (Jn 11, 25-26).
Refirió que Martha es la primera persona en el mundo que hace una categórica confesión de fe absoluta en Jesús y en su poder de dar la vida; y esta confesión es aún más meritoria, porque la hace cuando su hermano lleva ya cuatro días en el sepulcro, que es cuando le declara a Jesús: “Sí, Señor, Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo” (Jn 11, 27).
Agregó que, a pesar de esta fe, Martha no estaba pensando realmente que Jesús fuera a resucitar a su hermano, por eso cuando él ordenó que quitaran la loza del sepulcro, ella replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días” (Jn 11, 39). Ella, sin el milagro, ya había creído.
Expresó que todos habían visto a Jesús llorar mientras se encaminaba al sepulcro de Lázaro, por lo que nadie esperaba realmente aquello que sucedió. Ese milagro sirvió para fortalecer la fe de muchos de los ahí presentes.
“La resurrección de Lázaro no era para que tuviera vida eterna, sino sólo para vivir algunos años más sobre la tierra, siendo así una prueba más del poder divino del Mesías. Llorar ante la muerte de un ser querido no es falta de fe, sino la expresión de un dolor que puede ser ofrecido al Señor”, manifestó.
Texto y foto: Darwin Ail / Cortesía