Monseñor Gustavo Rodríguez Vega explica la importancia de que más hombres ejerzan el diaconado para apoyar el trabajo sacerdotal
El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que la primera lectura está tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, que presenta la elección de los primeros siete diáconos de la Iglesia, quienes tenían la labor de atender a las viudas, ya que en ese tiempo éstas estaban totalmente desamparadas.
Recordó que, en aquel tiempo, la mayoría de las viudas eran mujeres totalmente desamparadas que vivían de la caridad de la gente, y en la comunidad cristiana se atendía a las propias viudas. Sin embargo, hubo quejas de que las viudas de los hebreos eran muy bien atendidas, mientras que las de los judíos griegos no.
Señaló que no cabe duda que hasta en las obras de caridad mete su cuchara el diablo. “Debemos estar atentos, porque aún entre la gente buena que se dedica a hacer cosas buenas, puede haber malos entendidos y hasta injusticias”.
Dijo que de aquella situación se valió el Espíritu Santo para provocar la institución de los siete primeros diáconos. “La gente los eligió y los presentó a los apóstoles, y ellos, después de hacer oración, les impusieron las manos para dedicarlos a este servicio. Este ministerio ha perdurado hasta hoy en la Iglesia”, indicó.
Refirió que todos los seminaristas, antes de llegar al sacerdocio, deben ser ordenados diáconos y ejercer el diaconado al menos seis meses. Pero también hay hombres elegidos para ejercerlo en forma permanente, y éstos pueden ser casados o solteros.
“En Mérida, tenemos 51 diáconos permanentes. Pidamos al Señor que, en un día no muy lejano, podamos tener diáconos de los pueblos y ciudades del interior del Estado que apoyen el ministerio de los sacerdotes”, dijo.
Señaló que todos sabemos que el nombre original de san Pedro era Simón, y que el nombre Pedro significa piedra. Pues hoy, en la segunda lectura, tomada de la primera carta de san Pedro, el apóstol toma esta palabra para explicar una realidad teológica de todos los miembros de la Iglesia. “Primero recuerda que el Señor Jesús es la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios. Pero luego aplica esta palabra a todos los cristianos, pues todos, como piedras vivas, vamos entrando en la edificación de un templo espiritual, para formar un sacerdocio santo, destinado a ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios, por medio de Jesucristo”.
Texto y foto: Darwin Ail