Salvador Castell-González
Hace unos días salió el informe anual de discriminación del Inegi y un tema que es de comunicación social normal, pero que ya normalizamos, la violencia, o de manera consensuada se decide ignorarlo.
Comenzaré comentándoles que la “Discriminación” la define el Inegi como “el rechazo social basado en estereotipos, prejuicios, estigmas y valores culturales de acuerdo con lo que una sociedad o grupo social consideran características aceptables.”
Es considerado un fenómeno estructural y que hace referencia al conjunto de acciones, prácticas y situaciones que, basándose en un prejuicio, creencia y muy puntualmente en el caso de Yucatán haber o no haber nacido en el estado, tiene como resultado la negación en el acceso y disfrute de sus libertades fundamentales.
Hay que recordar la discriminación no sólo es este conjunto de acciones que se realizan por cuestión de prejuicio, también son las inacciones que puedan obstaculizar o violentar el goce pleno de nuestros derechos humanos.
Esta encuesta tiene principal interés en los grupos definidos como en situación de vulnerabilidad como personas indígenas, personas con discapacidad o migrantes.
Algo que resalta y debe disparar las alertas de manera inmediata es que el grupo con mayor percepción de discriminación son los niños y niñas, seguido de personas adultas mayores, adolescentes y jóvenes.
La realidad es que, si existen muchas sociedades en Yucatán, tan sólo en las sociedades de Mérida, únicamente basta ver las diferencias entre la Mérida del Norte y la Mérida del sur, la diferencia en sus servicios, en sus parques, incluso algo tan sencillo como la parada del novedoso transporte sostenible.
También es una realidad que las comunidades mayas, tan orgullosas de sí mismas parecieran no ser dignas de muchas campañas de promoción en el estado, expresan su descontento con el uso de tradiciones de manera lucrativa sin ningún beneficio a las comunidades.
Un estado conservador que protege la vida, pero intolerante a otras formas de pensamiento, donde las mujeres han sido criminalizadas por expresar su descontento por las inacciones para garantizar sus derechos humanos.
Yucatán es un estado prospero, que está lleno de matices y de cultura, con orgullosos maya hablantes que llevan tradiciones y gastronomía a todos los rincones del mundo.
Está claro que la encuesta del Inegi sólo reflejó algo que muchos saben, que estas sociedades casi divinas se mantienen firmes en la guerra de castas, más de un siglo después.
Lo que es una realidad es que nuestro estado tiene mucho potencial, su cultura es muy rica, gran gastronomía y hermosos cenotes. Poco a poco van surgiendo proyectos de turismo gastronómico y turismo alternativo cultural, donde las visitas pueden conocer la vida diaria de nuestras comunidades mientras preparan su pozol en una jícara, ayudando a preservar las tradiciones mediante un modelo de negocio que los impacto directamente.
La descolonización es un proceso que en nuestras comunidades toma cada vez más fuerza.