Hace algunos años, en las temporadas de calor se registraban máximas de 32 a 33 grados en la capital yucateca
Desde fresca agua de pozo, hielo y un baño en cenotes como el Tívoli, además de disfrutar en fechas más recientes de un “Saborín”, un sorbete o de una champola, son algunas formas en las que nuestros abuelos paliaban las temporadas de calor que, antes del calentamiento global, registraban máximas de 32 a 33 grados Celsius, mientras que en la actualidad enfrentamos sensaciones térmicas de tal magnitud que la capital yucateca se convierte en un horno.
Entonces, ¿cómo se podía sobrevivir a los calores intensos sin que existiera el refrigerador ni los ventiladores?, se preguntan los jóvenes de hoy, que no se imaginan la vida sin estos electrodomésticos que en la actualidad están presentes hasta en los hogares más humildes.
Hay que recordar que los hombres de campo encontraban siempre agua fresca, inclusive helada en los pozos y así preparaban el pozole, que era su alimento principal durante su jornada de trabajo. También se hizo común enfriar diversas bebidas en los aljibes.
En cuanto al hielo, en 1841 llegaba a Yucatán desde el norte de los Estados Unidos, y que, como usted se imagina, al ser transportado por barco, después de muchos días de travesía, la merma del producto era muy grande, de hasta una o dos terceras partes.
Así se indica en la Página Yucatán Ancestral, donde se menciona también que, de acuerdo con don Roldán Peniche Barrera, el comerciante Darío Galera ofrecía en el primer piso de su predio ubicado en la calle 60 por 63, hielo y sorbetes elaborados con fruta de la época.
Y hablando de estas delicias, hay que recordar que desde la Isla de Cuba llegó a la Mérida de antaño un singular personaje que en la década de los años 20 era muy popular y que recorría buena parte de la ciudad ofreciendo sus helados. Háblamos del “Negro Miguel”, quien en su pregón cantado invitaba a disfrutar de sus “‘helaos’ de piña, coco y ‘mantecao’”.
En la actualidad se mantiene la tradición del buen helado en Colón, que inició actividades en el año de 1907. Este negocio fue fundado por don Vicente Rodríguez y Peláez, de origen español, quien después de estar con otro compañero en Francia y Cuba aprendiendo la repostería y la sorbetería, llegaron a instalarse en la Plaza Grande de Mérida.
En el interior del mercado municipal también se han convertido en tradición los helados del local llamado ‘Pecho Amarillo’ y otros ubicados junto al área de joyerías, mientras que el Principal y La Principal de la calle 66 por 61 que también son de lo más recomendado por el público, y que han logrado subir a otro nivel ofreciendo sus productos para bodas y eventos especiales.
Y en este refrescante recorrido no se puede dejar fuera a los famosos “Saborines”, que durante muchos años se elaboraron en un predio de la Colonia Jesús Carranza. Esta empresa se fundó en 1952 por el señor Mariano Castillo Castro, y de acuerdo con su nieta, Daniela, inició en la Colonia México y luego se trasladó a diversos puntos de la ciudad, entre ellos la calle 69 por 58, y luego en la 47 por 52 de Santa Ana.
Texto y fotos: Manuel Pool