Ángel Canul Escalante
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Hay que pertenecer a ese grupo muy reducido y privilegiado de la población para no haber sentido la dureza con la que la ola de calor azotó a nuestro país en las últimas semanas. Para la gran mayoría no quedó otra opción más que seguir realizando sus actividades cotidianas a temperaturas insoportables.
En la búsqueda de sombra de alguno de esos contados árboles que apenas se pueden hallar en la ciudad, era fácil que uno deseara que esos días se acabasen ya, esperando que llegase algo que pudiera traer contigo la mitigación del calor. Pero justamente, esperando y no actuando. Es como si el hecho de que cada año las temperaturas se eleven a grados que ya representan un riesgo para la salud fuera una realidad a la que hay que atenerse.
A pesar que es evidente que las consecuencias del calentamiento global empiezan a sentirse, ni las advertencias ni la reciente ola de calor logró despertar la consciencia medioambiental. No hemos sido testigos de las grandes movilizaciones y protestas que la población tendría lógicamente que hacer ante la crisis que estamos viviendo. Somos testigos solo del acto de compartir imágenes virales de la situación que no hacen un llamado a la organización sino a la pasividad mientras el mundo termina de arder. Ni en la política se vuelto una consigna central porque no es algo que interese a las masas, no representa una gran cantidad de votos. El día de mañana las temperaturas no nos permitirán manifestarnos para exigir políticas y medidas necesarias.