Expertos opinan que la falta de solución a ciertas situaciones, como los apagones y la inseguridad, propicia que la gente tome acciones que rayan en la ilegalidad, como la retención de un trabajador de la CFE en Valladolid
En días pasados cobró notoriedad la noticia de que un empleado de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) fue amarrado a un poste de energía en la colonia Santa Lucía de Valladolid, como medida de presión por parte de los vecinos que demandaban la reinstalación del servicio, que durante tres días les había hecho falta.
Esta situación llamó la atención de muchas personas en virtud de que, si bien es cierto de que la distribución de la energía eléctrica ha sido deficiente, ante el hartazgo de no ser escuchadas sus demandas, los vecinos recurrieron a una acción que sobrepasó los límites, al situar al trabajador de la paraestatal como una personificación de la misma, sobre el que descargaron su enojo reteniéndolo, a pesar de que no estaba en sus manos solucionar de manera directa e inmediata el problema.
Al tomar como base este incidente se consultó al sociólogo Luis Guillermo Juárez y al antropólogo social Alonso Kantún Aké respecto a lo ocurrido, y ambos coincidieron en que, ante la falta de una respuesta oportuna por parte de la institución, en este caso la Comisión Federal de Electricidad, el sentimiento de enojo frustración y hartazgo terminó por ocasionar este desafortunado evento.
“Hay que recordar que la traducción de política es la resolución pacífica de conflictos, pero cuando no hay diálogo, no hay política, es entonces cuando sale la parte más primaria o primate del ser humano, que es tratar de resolver las cosas con violencia”, dijo el sociólogo Juárez, quien recalcó que la violencia solo genera más violencia.
Por esto señaló la necesidad de que, se trate de la institución que sea, en este caso la CFE, debe salir a dar la cara para informar a detalle qué es lo que está ocurriendo y pedir la comprensión de la ciudadanía, pero el problema va más allá, ya que de manera general el ciudadano ya no cree en las instituciones, lo que complica más el panorama.
En el caso de la energía eléctrica es una realidad que, ante el aumento de la población, las altas temperaturas y el débil enmallado eléctrico que es incapaz de transmitir la capacidad de energía eléctrica que se necesita, opera al máximo de su capacidad y en ocasiones rebasándola, por lo termina sobrecalentándose y aparecen los apagones, explicó hace unos meses en un foro de energía el especialista Benigno Villarreal.
“En la Península se tiene muy poca generación, alrededor de mil cien megas y en el mejor de los días mil 200, hay una sola línea de transmisión diseñada para mil 050 y que opera a mil 200 y la han llegado a operar hasta a mil 250, por lo que se sobrecalienta”, explicó el ponente, quien recordó que en junio, mes en el que se llevó a cabo el foro, la demanda fue de 2 mil 600 megas, lo que supera la capacidad de generación de electricidad o de proveeduría de energía, ante lo que no queda más que equilibrar la balanza con apagones.
“Mérida, el año pasado, tuvo una demanda tope de 580 megavatios, la demanda tope en la semana pasada llegó a casi 900 megas, un incremento del 50% en un año”, detalló.
La cuestión es que si, por un lado, la CFE no sale a dar la cara para explicar qué es lo que está ocurriendo y ofrece alternativas, por el otro lado, la ciudadanía tampoco es capaz de colaborar para ayudar a remediar la situación, es decir, que no se tiene conciencia social para organizarse y limitar su consumo, apagar los aparatos que no utilicen o buscar la manera de no contribuir a sobrecargar la red en horas pico.
“Los usuarios tienen en la mente de que, si pagan por el servicio de manera puntual, tienen derecho a que esté sea de primer nivel, aunque en estos momentos sea complicado por la falta de una infraestructura adecuada”, comentó el sociólogo Juárez, quien consideró que está bien que se exprese la sociedad cuando hay una inconformidad, porque no hay sistemas perfectos.
“Pero la autoridad tiene que dar la cara para explicar y dar respuestas coherentes, que sean reales, para que la gente crea en las instituciones y que tenga la certeza de que las cosas se están haciendo, que hay en esfuerzo humano tratando de resolver el problema; si ellos cumplen con lo que dicen, nosotros comenzaremos a creer más y eso es un proceso, las soluciones no son inmediatas, pero es lo que tristemente esperamos los mexicanos y no es así”, subrayó.
En este sentido mencionó que en muchas instituciones no han sabido utilizar los canales correctos de comunicación.
“Hay mucha demagogia, se nos dicen muchas cosas que no se cumplen y la sociedad se harta de mentiras, se harta de especulaciones”, apuntó el sociólogo Juárez, quien consideró que este puede ser un buen mensaje para los que aspiran a ocupar un cargo público: “no hay que hacer promesas que no se cumplan o decir cosas que no se van a hacer”.
Por su parte, el antropólogo social Alonso Kantún Aké comentó, respecto al caso del trabajador de la CFE, que en Yucatán, como en cualquier otra parte, la violencia existe, pero que, en este caso, fue un grupo de personas que tomaron acción directa contra un servicio público.
“¿Qué es lo que lleva a un grupo a reaccionar así? Definitivamente, aquí vamos a partir de dos palabras: frustración y hartazgo, un pueblo frustrado puede llegar a ser demasiado violento, lo hemos visto con las manifestaciones de cualquier tipo y estamos hablando de que una sociedad está frustrada. Este chico que traía el uniforme representa a la institución en cuerpo físico, se fueron contra él, lo amarraron, pero la persona se veía muy tranquila, por eso no me parece que haya sido muy violento”, explicó.
Por ello destacó la necesidad de establecer estrategias de resolución de los problemas que tiene la gente y no sabe cómo proyectar; asimismo, comentó que otra solución es involucrar a la comunidad para hacerles entender de que hay un problema y que juntos se pueden buscar soluciones.
“Expresiones de violencia siempre van a haber, la violencia se aprende, pero también se aprenden formas de resolver problemas no violentamente y eso no lo tenemos como sociedad”, concluyó.
Texto y fotos: Manuel Pool / Agencias