El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, alertó de la moda de la “filosofía del éxito”, promovida en las universidades para inyectar en los jóvenes el deseo de comerse el mundo en cuanto se gradúen. “Pero ojalá que los jóvenes y todos nosotros escuchemos la advertencia de Jesús en este evangelio, que dice: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?” (Mt 16, 26), dijo.
Indicó que se trata de todo lo que se pierde por buscar el éxito, a veces hasta la salud, pero también se trata de la vida eterna.
“Si yo preguntara si tus pensamientos son los de Dios o los de los hombres, tal vez muchos de ustedes, siendo como son, gente buena, me responderían que sus pensamientos son los de Dios; pero hay que analizar en cada día y en cada situación de nuestra vida, si estamos eligiendo el pensamiento de Dios o el de los hombres, porque cada pecado nuestro es un alejarnos del pensamiento de Dios y una toma del pensamiento de los hombres”, apuntó.
Señaló que, si seguimos puntualmente a Cristo, aunque no nos lleven a un calvario a morir, nos pueden hacer la vida poco menos que imposible. De esto trata el pasaje del profeta Jeremías en la primera lectura, que en su oración decía: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste. He sido el hazmerreír de todos; día tras día se burlan de mí. Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción” (Jer 20, 7-8). Aunque él vivió siglos antes de Cristo, su seguimiento puntual a la voluntad de Dios, lo acercó al llamado del Redentor”.
Agregó que el Salmo 62 indica: “Señor, mi alma tiene sed de ti”, seguramente estaba en los labios y en el corazón del profeta. Seguramente muchos de nosotros conocemos bien este salmo, y hasta algún canto hermoso para cantarlo. ¡Pero cuidado!, porque en la vida diaria podemos contradecir este salmo y más bien dejarnos llevar por la sed de placeres o de bienes materiales, y no por la sed de Dios.
Dijo que San Pablo en el pasaje de la segunda lectura tomada de su Carta a los Romanos, nos invita diciendo: “Los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios” (Rm 12, 1). Este ofrecimiento es fácil y bonito para recitar, pero para hacerlo como un compromiso sincero y auténtico, necesitamos renunciar a la conformidad de un cristianismo mediocre o un cristianismo farisaico, de los que cumplen normas y leyes, sintiéndose superiores a los demás.
Resaltó que, en cambio, habría a cada paso que hacer un discernimiento para saberlo, como el Apóstol dice: “Distinguir cuál es la voluntad de Dios”.
Texto y foto: Darwin Ail