Solicitan apoyo para trasladar restos de Fernando a la Ciudad de México

Fernando Becerra, quien trabajaba en el Tren Maya, se empezó a sentir mal, al grado que tuvo que ser hospitalizado

Trabajar en la construcción del Tren Maya para mejorar su situación económica tuvo un final triste para Fernando Becerra Rejón, quien luego de estar reportado desaparecido, fue hallado por agentes policíacos que lo trasladaron al Hospital O’Horán, donde falleció, por lo que su hija, Martha Gómez Cerón, pide el apoyo de la gente para los gastos de traslado a la Ciudad de México.

La joven relató que su papá iba a regresar a la capital del país. De hecho le habló desde la estación de autobuses, pero comenzó a sentirse mal, por lo que le dijo que iba a ir a un consultorio.

Ella quedó en marcarle una hora después y al parecer en el consultorio no halló médico, y le indicaron que probablemente se trataba de dengue, por lo que Fernando se fue a un hotel para que al día siguiente intentara ir de nueva cuenta al doctor.

Tras esa llamada, su hija no volvió a tener comunicación con su papá y el único que logró hacerlo fue su actual pareja.

Luego de su desaparición y con una alerta de búsqueda por parte de las autoridades, finalmente fue hallado por agentes policíacos, quienes lo llevaron a una clínica, donde falleció días después por una septicemia.

Luego de que le avisan de la muerte de su padre, Martha logra llegar a Mérida por medio de aventones. En el trayecto, personas que supieron de su caso le proporcionaron alojamiento para que pueda realizar los trámites para la entrega de cuerpo y llevarlo a la capital del país.

Gómez Cerón señaló que para el regreso a CdMx llegaron unos tíos y que todo ha sido una pesadilla, pues su papá estaba contento trabajando en Yucatán, tenía 54 años de edad.

Para las personas que quieran apoyarla pueden hablar al celular 9995 01 61 51 o depositar en la tarjeta bancaria de Coppel 4169 1608 4134 7413.

Antes de finalizar, Martha agradeció a la gente que la ha ayudado, pues hay quienes se aprovechan de la desesperación que uno tiene.

Texto: Darwin Ail